El lavahuevos

Casi como caminar en terreno minado es vivir en cuartos de alquiler; ese pegadillo y el mal sentido de comunidad provocan riñas a cualqu...
  • jueves 14 de agosto de 2014 - 12:00 AM

Casi como caminar en terreno minado es vivir en cuartos de alquiler; ese pegadillo y el mal sentido de comunidad provocan riñas a cualquier hora del día: que si la tina es comunal, además de fregadero, el baño y el servicio, ¡líbranos, Diosito!, también es compartido, el pasillo, los olores, los gases, todito es del dominio de la vecindad. La carestía de agua y la inmoralidad del vecino Lucho generó esta vez el enfrasque cuando Pablo, el del 7, se colmó del atrevimiento del primero, quien por puras ganas de joder y de seducirle a la mujer, salía todas las tardes a bañarse debajo del tanque de reserva, también comunitario, y allí se pasaba unos 15 minutos, con el torso desnudo y con las manos metidas en el bóxer enjabonándose a más no poder su intimidad.

‘¿Por qué, coño, no se baña en la noche, como los otros perezosos que por flojera de llevar el tanque de agua hasta el baño prefieren hacerlo allí mismo?’, le decía Pablo a su suculenta mujercita, que era la víctima de Lucho, pues, según las cuentas del marido, aquel salía a bañarse justo a la hora en la que ella tenía su turno para lavar la ropa. ‘Lo hace para provocarte, míralo cómo se lo lava y se lo lava, y saca el pecho para que tú le veas el pechote peludo’, le insistía Pablo a su mujer, la que, como no le gustaba el vecino, le sugirió que le diera un susto.

Eran apenas las cuatro de la tarde del día siguiente cuando Pablo se metió en un pequeño espacio entre el tanque de reserva y otros aparejos que el dueño del alquiler guardaba allí; la intención era hacerle daño con un alambre al bañista, justo cuando estuviera en su lava y lava mirando a la vecina. No tuvo éxito esa vez, porque cayó un palo de agua y tuvo que dejar el escondite, pero repitió la acción al siguiente día, cuando también falló porque, supo después, era el día libre de la mujer de Lucho, por lo que esta estaba en la casa, impidiendo cualquier conducta irregular del marido exhibicionista.

Pablo no durmió en toda la noche, la espinita estaba clavada en su mismo centro provocándole instintos impropios de un creyente; fue a hablar con la esposa del necio, quien lo acusó de calumniador y le gritó: ‘Mi marido come bien en la casa, soy suficiente mujer, conmigo basta y sobra’. Pablo se retiró advirtiéndole: ‘Si vuelve a lavarse los (y le hizo un gesto con las manos) delante de mi mujer, ponle la firma que te quedas viuda’.

La mujer se burló, pero a media tarde se aculilló y se fue volando para la casa. En efecto, ahí estaba su marido debajo del tanque lavándose los gemelos delante de la mujer de Pablo. Enseguida ella lo enfrentó como una fiera, por lo que Lucho corrió al cuarto de Pablo a reclamarle y allí mismo se agarraron, a la refriega se unieron otros a los que no les simpatizaba el bañista, de manera que en minutos lo pusieron en condición peligrosa. Las dos mujeres y otras formaron una gritería pidiendo auxilio. No tardaron en oírse sirenas, en una ambulancia se llevaron a Lucho y en un auto policial cargaron con los otros vecinos.