El feo y la bella

Lo sacó inmediatamente de la casa, sin carro y sin muebles
  • viernes 04 de agosto de 2017 - 12:00 AM

Blas sentía que la vida se la debía y que para compensar la deuda impagable que tenía con él por haberlo mandado al mundo tan feíto y raquítico, lo único que cabía era que le pusiera en su camino una esposa bella, nada de medias tintas, hermosa de cara y de cuerpo, que todos voltearan a verlos y sintieran envidia de su suerte. ‘El mundo no puede ser tan injusto ni yo puedo vivir en una eterna insatisfacción si me caso con una fea como yo', decía a menudo y a pesar de los incontables sinsabores sufridos en su búsqueda, Blas no se rendía. ‘Necesitas un carro, una buena nave, ese es un requisito fundamental para conquistarte a la mujer bonita que buscas, ninguna se va a fijar en ti si andas a pie', le sugirió su confidente, y el feo echó mano de unos terrenos heredados del abuelo materno, los que vendió a precio de feria, pero como eran varias hectáreas le tocó lo suficiente para comprar el automóvil con el que engancharía a la bella aspirante a ser la señora de Menchaca. Cayeron varias, atraídas por la nave, pero solo querían que el feo las paseara y nada más, a la hora que Blas intentaba siquiera darles un beso estas ponían un pesado muro de por medio y argumentaban que aún no estaban preparadas para esas caricias. La desilusión estaba a punto de derrumbarlo cuando en una fiesta de esas que organizan los que no saben disfrutar la vida sin ruido ni tanta gente conoció a Paola, nacida por otros contornos y quien le sonrió desde que lo vio. La bella, además de todos los atributos externos, era atenta, cariñosa y melosita, por lo que Blas sintió que por fin terminaba la búsqueda. ‘La justicia tarda, pero llega', les dijo a sus amigos que le aconsejaban prudencia, que no se casara tan rápido con Paola, pero Blas andaba etéreo, deslumbrado por la belleza de su novia y arreglando todo para casarse a millón, lo que pudo hacer realidad pronto. A la semana de casados, llegaron la suegra y dos primas, y se instalaron con él y con su mujer. Las mujeres lo tomaron enseguida como chofer, tenía Blas que llevarlas a todas partes, lo que hacía con gusto porque se sentía el feo más envidiado por andar siempre en compañía de bellas. La desgracia empezó a coger forma una tarde en la que Paola decidió llevarse el carro, supuestamente para que Blas descansara, y a la hora de salir, la prima Bety dijo que no iba al paseo, que prefería quedarse en casa para evitar que se le pegara la conjuntivitis, lo que sería un problemón para ella que recién había empezado a trabajar. El coqueteo con el marido de la prima empezó apenas salieron Paola y las demás. Blas se mantuvo firme, fiel a su esposa, pero la primita volvió a atacarlo días después, cuando la misma Paola lo mandó a llevarla al trabajo y buscarla a la salida. Para sorpresa de él, al regresar a la casa no estaban ni su mujer ni su suegra ni las otras parientes, de manera que apenas Bety se vio a solas con el feo, lo atacó. Sin avisarle se le desnudó y se acostó junto a él que miraba la televisión recostado en el sillón. Nuevamente se defendió Blas, como un tigre, pero no resistió mucho tiempo debido a que Paola llevaba días disgustada con él por unos celos sin fundamento que decía sentir, razón por la que se lo negaba día tras día. No pudo con ese cuerpo suculento y desnudo, y allí mismo se levantó a la prima de su mujer. Dos días después, le llegó el golpe, Paola lo acusó de infidelidad y le mostró el video en el que aparecía él, desnudo y tirándose a la pariente. Lo sacó inmediatamente de la casa, sin carro y sin muebles, salvo su ropa. Tiempo después supo que todo fue un plan concebido antes de casarse, que Bety lo sedujo inducida por Paola para salir de él.