El Desencuadernador
- jueves 03 de abril de 2014 - 12:00 AM
Se dice que son los hombres los que cuentan todo lo que hacen cuando están con una mujer que no sea su esposa, pero lo cierto es que ellas también echan el cuento, y a menudo se les va la lengua y se les enreda el pensamiento, es entonces cuando comienzan a fantasear e inventan detallitos para exagerar la actuación del amante. Lidia tuvo su salidita con Tobías, compañero de trabajo, hombre de pocas palabras y una cara de buena gente que no encajaba con lo que ella contó: ‘Por eso les tengo miedo a los calladitos, ustedes no se imaginan lo que me hizo ni las poses que inventó, casi me mata de puro gusto, tiene un XXXXXXL, consíganme un analgésico que estoy desencuadernada’.
A partir de allí, algunos lo llamaron ‘El Desencuadernador’. El hombre arqueaba las cejas cada vez que alguien lo llamaba así, preguntó varias veces el porqué del apodo, pero los compañeros solo se sonreían y le decían ‘no te hagas, bien sabes por qué, dizque inocentito’. La que había quedado con el vientre alterado tras oír a Lidia fue Rita, que ahora se la pasaba suspirando y soñando con que la desencuadernaran a ella, ocasión que le llegó pronto, cuando alguien inventó cantarle el cumpleaños a una compañera en un sitio alejado de la oficina, donde lo invitó a bailar y se ofreció a llevarlo hasta su casa, ‘para que no andes mendigando retrobuses’, le dijo y partieron.
‘Vamos a sincerarnos’, le pidió ella más adelante y detuvo el auto. ‘Hace rato te noto mirándome mucho mi retaguardia y me gustaría saber a qué se debe esa miradera’, preguntó Rita y el asombro del hombre fue grande. No pudo responderle porque ella se le abalanzó diciéndole que dejara la timidez, que hicieran lo que les pedía el cuerpo, que la vida es una sola y que nadie sabe si en el otro segundo conservará la vida. Como Tobías seguía sin entender, ella tomó la iniciativa y pronto estuvieron en un sitio privado, al que Rita entró casi que en cuera, fue ahí donde ‘El Desencuadernador’ miró por primera vez el trasero de la compañera y reconoció que tenía buen tamaño y forma. Estaba todavía admirando la suculencia de Rita cuando esta lo desvistió pidiéndole que saciaran las urgencias que traían, y fue él ahora quien empezó la batalla, que duró un tiempo promedio y no hubo ni poses atrevidas ni maromas de amante extraordinario y, lo peor, el tamaño no llegaba ni a mediano. ‘¡¡¡Vámonos ya, que eres el hombre más aburrido que he conocido, puro cuento lo tuyo, ni una cosa ni la otra, sube rápido o te dejo aquí!!!’, advirtió con tanta firmeza que él tuvo que obedecerle. Más adelante le pidió que parara para orinar y ella accedió molesta. ‘Eso sí, rápido, puro cuento de potencia y tamaño’, seguía Rita y Tobías no podía entender su furia. El nerviosismo lo hizo enredarse con el zíper del pantalón y en eso estaba cuando la oyó partir a la velocidad del rayo. No le quedó otra que caminar una veintena de kilómetros preguntándose por qué carajo ella se había disgustado.