“Doña Plata”

La noticia le cayó a Ernesto como un balde de agua fría, si Yoris era rica no se interesaría en él. 
  • sábado 09 de mayo de 2015 - 12:00 AM

¡ Quién no tiembla ante la plata! era el pregón diario de Ernesto, a quien le gustaban mucho las mujeres que tenían medidas abundantes y cara de reinas. Se decía que había despreciado a muchas, ‘por feítas, para gente fea suficiente conmigo', comentaba él antes de que la suerte le sonriera y de premio le otorgara un Gordito.

La plata lo hizo sentirse grande y todopoderoso, invirtió en negocios que prosperaron rápido, permitiéndole consolidarse como un gran empresario, y ya no se sentía feo. ‘La belleza del feo está en su cartera', alegaba mientras miraba cuál era la más bonita para seducirla.

¡Quién no tiembla ante la plata!, dijo cuando al barrio llegó Yoris, quien alquiló un apartamento en uno de los sitios más caros del sector, lo que hizo pensar a muchos que ella tenía buen trabajo y que no se rendiría ante la plata de Ernesto, quien ya andaba chiquitito, caído, vuelto un loco de amor por Yoris, que hizo correr entre el vecindario el rumor de que su familia era la más adinerada de El Chirriscazo.

La noticia le cayó a Ernesto como un balde de agua fría, si Yoris era rica no se interesaría en él. Ese pensamiento lo mantuvo con el moco caído por varios días hasta la mañana en la que el carrazo de Yoris se quedó parado justo frente a la casa de él, que corrió a decirle: ‘Le llamo un mecánico enseguida', y el técnico vino y pronto puso a funcionar la nave de Yoris, quien no dejó que Ernesto pagara el trabajo.

‘Ay, no, yo pago, suficiente con haberme dado la mano consiguiéndome el mecánico, además, dinero es lo que me sobra, en mi pueblo me dicen ‘Doña Plata', porque tenemos tierras, ganado y otros bienes', aseguró, y dejó sin habla a Ernesto. Una hora después se percató de que ella le había dejado su número de celular.

La llamó enseguida para averiguar cómo estaba el carro, fue la primera de 30 llamadas ese día, y todas fueron atendidas por la bella mujer. Salieron esa misma noche y en adelante pasaban más tiempo juntos que separados, por lo que decidieron que era mejor casarse porque el cuerpo y el corazón lo pedían.

La noche de bodas se vio alterada por el robo del carro de Yoris, emergencia que Ernesto solucionó enseguida: Mañana mismo te compro otro, mi amor, le dijo, pero ella se opuso argumentando que tenía recursos para comprarlo.

‘Usted ahora es mi mujer, y me toca a mí solucionarle sus problemas', sentenció el orgulloso marido, y fue ese percance el primero de varios a los que Ernesto les puso pecho y cartera.

Tuvo también que comprar un fuerte número de reses, porque un rayo de Zeus le mató un montón a su mujer, a la que el matrimonio parecía haberle traído reveses económicos. Cuando tuvo que dejar el trabajo por acoso sexual del jefe, Ernesto se alegró y la puso a administrar la empresa de él, ‘eso es suyo y a usted le toca llevar las riendas', dijo, y Yoris se encargó, aparentemente con mucha eficiencia.

En ese dar y dar de Ernesto pasaron varios meses hasta que llegó el día en que se iban de viaje. ‘Es un viajecito de placer que le ofrecí a mi mujer, ella se lo merece', fanfarroneaba Ernesto ante sus silenciosos amigos, silencio que él interpretaba como de pura envidia porque ‘tengo plata y mujer bonita'.

Eran casi las cuatro de la madrugada cuando Ernesto llamó a su bella. ‘Es la hora de levantarnos para irnos al aeropuerto', quiso decirle, pero no la halló en la cama; corrió al baño, y tampoco estaba Yoris.

La buscó hasta una hora después del despegue del avión, pero fue en vano. Supo, al anochecer, que Yoris se había ido con otro, y que ella no era ninguna rica, que había venido de El Chirriscazo a trabajar en asuntos domésticos.

Pronto se enteró de que su empresa estaba en números rojos, o sea que era muy cierto su dicho ‘quién no tiembla ante la plata'.

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Máxima: La belleza del feo está en su cartera.

Tembladera: El dinero pare ideas ‘novedosas'.

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