Diferencias que matan

Desde las primeras urgencias del cuerpo, Patricio empezó a soñar con una mujer bonita y suculenta, pero la suerte le torció la boca y nu...
  • martes 10 de diciembre de 2013 - 12:00 AM

Desde las primeras urgencias del cuerpo, Patricio empezó a soñar con una mujer bonita y suculenta, pero la suerte le torció la boca y nunca pudo levantarse a ninguna guial con esas medidas con las que él soñaba dormido y despierto. Los años fueron pasando con su carga de deseos, y como la urgencia de mover cintura era grande se casó con Liza, una dama escasísima de carnes y de rostro de bruja. Pese a la delgadez y poca belleza de Liza, se acomodó con ella y pronto tuvieron su primer retoño: una bebita a la que llamaron Jacaranda.

La alegría de Jacaranda entretuvo a Patricio por mucho tiempo, olvidado por completo de la mujer suculenta, hasta que la suerte pareció acordarse de él y conoció a Jania, quien se acomodaba perfectamente al sueño de él: cara de reina y curvas matadoras.

Apenas ella dio muestras de ‘aceptarlo’ mandó el hogar al carajo. ‘Es la mujer con la que he soñado toda mi vida y no se le ocurra a nadie pensar que la voy a dejar’, les decía a los que intentaban quitarle la idea del divorcio. Y se mudó con ella a los quince días de conocerla. La bella Jania le abrió la puerta de su casa con la condición de que le tocaba pagar el alquiler, la escuela de sus dos hijas y comprar la comida, pero Patricio aceptó todo, con tal de disfrutar a la que él consideraba una mujer ‘perfecta’.

En esa felicidad frágil de los amores adúlteros pasó un tiempo en el que él solo extrañaba a su pequeña hija, a quien pensaba comprarle los juguetes más lindos para Navidad. Una tarde en la que hacía compras navideñas con Jania y sus dos hijas, a la más pequeña se le antojó una muñeca carísima. La pataleta de la niña, tirada en el piso, llena de lágrimas y moco, y gritando a todo pulmón ‘quiero esa muñeca’, trajo la primera pelea entre ellos. Jania exigía que él le comprara lo que pedía la muchachita, que se mantenía con el berrinche en el piso, pero Patricio se negaba rotundamente. ‘Es malo gastar un dineral en juguetes, ese no es el verdadero sentido de la Navidad’, dijo y se fue a mirar otra mercancía mientras su mujer negociaba con la pelaíta para que dejara el alboroto. ‘Mañana regresamos a buscar la muñeca, esa está vendida ya’, le dijo y la chiquilla dejó la llantarria.

Jania le amarró una cara de tuco a Patricio, y no le contestó ninguna de las veces que él le rogó que le hablara. Las chiquillas también lo mantuvieron a raya, pese a que lo observaban preocupado y triste.

Fue por esos días que sacó un ratito para salir con su hijita Jacaranda a comprarle los regalos navideños. El primer antojo de la niña fue, precisamente, la misma muñeca que tanto lloró la hija de Jania. Pero esta vez a Patricio no le pareció cara, y se la compró enseguida, entre otros muchos regalos, todos por un dineral, porque pensaba que de esta forma reparaba un poco el daño que le había causado al abandonarla para ir tras la exuberante Jania.

Nunca supo cómo se enteró Jania, pero apenas regresó vio apiladas en la sala varias bolsas negras con su ropa. Una notita encima decía: Largo de aquí, cabrón, la muñeca estaba cara para mi hija, pero no para la tuya.

Vuelto lágrimas se le arrodilló a Jania, quien se mantuvo firme y lo hizo salir con la Policía.

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