¿Cuál es el miedo a las canas?
- miércoles 11 de septiembre de 2013 - 12:00 AM
Wilfredo entró con su montón de paquetes y empezó a desempacar y a guardar, de vez en cuando miraba de reojo para verificar que Fela, su mujer, no lo estuviera mirando. Solo dejó una bolsa sin acomodar en el mueble. Sigiloso la tiró al tinaco. En eso estaba cuando oyó el grito: ¿Cuál es el miedo a las canas?
La miró con una cara de total desamparo, como la había mirado en los cuarenta años de convivencia matrimonial, y le dijo que estaba equivocada, que lo que había puesto en el tinaco era basura, bolsas hediondas al pargo que compré para asártelo el domingo que es tu cumpleaños.
Fela avanzó con su paso militar y rebuscó entre el basurero. ¿Cómo que basura, esto es basura, Wilfredo Pasos, es esto basura, habla, di algo, explícame, porque no entiendo si es que hay un nuevo concepto de esa palabra?, gritaba casi histérica, mientras sacaba un paquete de súper con dos cajetas de tinte para el cabello.
¿Cuál es el miedo a las canas, Wifredo, cuál es el miedo, tu cara dice tu edad, no seas payaso, deja esa manía de teñirte el pelo?, vociferaba Fela, y en un arranque de rabia, uno de los tantos en las cuatro décadas juntos, abrió las cajas y le advirtió al marido que iba a tirar el contenido en la vieja letrina en desuso.
¡¡¡¡No lo hagas, porque soy capaz de hacer lo que jamás he hecho!!!!, fue la respuesta de Wilfredo, pero su mujer, que nunca lo había dejado dar una orden, anduvo más rápido y en dos zancadas llegó al viejo servicio y lanzó al fondo las dos cajas con las que su marido pensaba rejuvenecerse.
Sácalas, sácalas o me tiro allá abajo a buscarlas, gritó desesperado el hombre, mientras nervioso se peinaba con los dedos las canas del conflicto. ‘Allá se quedan, viejo ridículo, y canoso, además’, dijo Fela y se fue riéndose a carcajadas. Wilfredo no soportó la risa burlona de su mujer y buscó un palo de escoba, primero con el fin de tratar de sacar las cajas de entre la materia fecal seca, pero como ella continuaba burlándose le cruzó por la mente una idea que no procesó: y, a quemarropa, le pegó dos palazos. La derribó del primer golpe. Iba a darle un tercero cuando recobró la cordura, y la levantó para llevarla a un hospital, donde contó el hecho sin ocultar la verdad.
Cuando llegaron los hijos a ver a la madre golpeada, ya esta estaba recuperada, solo con el tabique nasal fracturado y un hematoma, pero decidida a entablar enseguida el proceso de divorcio. Ninguno de los hijos logró hacerla cambiar de opinión, ni Wilfredo pidió otra oportunidad. ‘40 años perdidos’, fue lo único que dijo él cuando los muchachos fueron a llevarle su ropa y sus herramientas de trabajo.