Consentido
- lunes 27 de febrero de 2017 - 12:00 AM
Antonio y Vanira se casaron cuando apenas eran unos pelaítos que no aguantaban las urgencias del vientre; en esos tiempos de estrechez económica, ella, para ahorrar, le cortaba el cabello, costumbre que nunca dejaron, aunque Vanira a menudo repetía: ‘El día que sepa que andas con otra dejo de cortarte el pelo y las uñas, y para siempre'; aunque sus cuentas no estaban claras, Antonio se defendía como Piñango, y replicaba: ‘Ese día no llegará nunca'.
En ese entonces tenía la intención de que ese día no llegara nunca, pero cuando conoció a Claudina, olvidó que el cabello y las uñas crecen; y se enredó con ella en menos de lo que canta un gallo y le gustó tanto cómo lo hacía ella que ya no pudo dejarla. La suerte lo trató con manos de seda, porque la amante no se maquillaba ni usaba perfume ni nada que le dejara alguna huella peligrosa. ‘Siempre soñé con que llegara a mi vida una mujer como tú, creo que te he esperado desde que estaba en el vientre de mi madre', le dijo una tarde en la que Claudina le masajeó los pies y la espalda. Fue a partir de ese día una caricia obligada en cada encuentro; por lo que no pudo aguantar la vanidad y desde el hotel le mandó un chat a su amigo Patricio. ‘Cómo te quedó el ojo, compadre, amigo y hermano, mira lo consentido que me tienen mis dos mujeres, mi esposa me corta el cabello y las uñas, y mi amante me da masajitos por todo el cuerpo'.
El baño en pareja lo hizo olvidar la idea de borrar los chats, misión diaria y obligada porque Vanira, dizque inocentona, siempre le revisaba el aparatito. Llegó a su casa cogido en el cansancio del solazo tropical más la faena del hotel, así que Morfeo lo agarró apenas cenó, circunstancia que aprovechó Vanira, quien pegó un alarido que despertó a los más desencajados por el primer día de culecos. Lo jamaqueó para despertarlo, pero el hombre estaba de verdad rendido y no pudo levantarse a responder el cuestionario que le tenía su mujer, quien no reparó en que era casi medianoche y llamó al celular de Patricio. Fue la mujer de este la que contestó, y no lo hizo con mucha amabilidad, por lo que las dos entraron en una gritería sin control que despertó al receptor del wasap. Así, medio dormido, tomó el celular y tras oír a Vanira le contestó:
‘Creo que se confundió, no sé nada de eso y no vuelva a llamarme'. El amanecer halló a Vanira sentada en el sillón agotando el caudal de las lágrimas. Parecía el vivo retrato de la orfandad cuando Antonio se despertó y le habló: ‘Yo no he escrito eso', negó una y otra vez, pero Vanira sacaba el celular y mostraba la evidencia. No logró que la esposa ofendida le diera el perdón, por lo que le tocó salir del hogar. Pasó cinco años en soltería renegando cada día de su mente de pollo que no le permitió recordar que debía borrar el mensaje comprometedor. Su conciencia solo descansó cuando supo que Vanira ya tenía otro en la casa, y eso lo animó a buscar una nueva compañera, la sensual Vilma, con cédula nuevecita y mucho ardor y ganas de ver el mundo. El idilio duró poco, porque pronto ella le adornó la cabeza, desliz que él descubrió cuando imitó a su exesposa, Vanira, y le revisó el celular; lo que halló allí fue candela pura: Vilma tenía dos amantes, Abilio y Eyra. Casi sufre un patatús cuando leyó el montón de porquerías que guardaba el aparatito. Vilma, para no perder la buena vida que se daba con la plata de él, negó todo, pero ahora le tocó a Antonio negar el perdón y quedarse solo de nuevo. Intentó aprovechar el Carnaval e ir por esos toldos a ver qué conseguía, pero era tanta su desconfianza que maldijo a Momo y se fue para su casa más desconsolado que nunca.