Cohetazo

Severo siempre agonizaba antes de la quincena, y recibirla y fulminarla eran hechos casi simultáneos
  • domingo 17 de julio de 2016 - 12:00 AM

Severo siempre agonizaba antes de la quincena, y recibirla y fulminarla eran hechos casi simultáneos. La lluvia lo despertó arrechón, y estiró la mano para tocárselo a su mujer, quien le regaló un empujón acompañado del piropo: ‘Coge tu esquina, limpio, nunca te alcanza la cabrona quincena, tres semanas llevo diciéndole al ‘sabanero' que no tengo plata, cualquier rato se lo doy para que me borre de su libreta y para probar el garrote extranjero'.

Aún no ha nacido el que le gusta que lo empujen y ni en amores andan todavía los progenitores de aquel al que le agradará que se lo nieguen, por lo que la reacción femenina le supo feo a Severo, que se levantó y haló las sábanas mientras amenazaba con quemarle la poca ropa a su mujer si no se lo daba o pedía disculpas por haber dicho que se lo iba a dar al vendedor de mantas. ‘Casi me tumbas, hp, pero entérate de que ni me retracto de lo dicho ni te lo doy, a ver si aprendes a organizar bien tu quincena', gritó la mujer y Severo le advirtió que la bañaría con el líquido de sus entrañas que, según sus cálculos, estaba por salir.

Burlona y con esa prepotencia y seguridad de la que ya no ama al marido, le gritó: ‘A esa agüita no le tengo miedo, tinaja chiquitita no guarda mucha agua, esta mía sí es grandota, aquí sí hay', dijo la mujer mientras abría sus extremidades para mostrar su cuca de tamaño formidable. No pudo Severo con la espléndida imagen sobre la cama desnuda, y, sin querer, disparó lo que a brazo partido se abría paso buscando la salida. Ahora sí la bañó con el ancestral líquido que pegó en el cielorraso y picó en tierra de nuevo, alcanzando los ojos de la sorprendida mujer, que luego se quejó de tener ambas lámparas afectadas por semejante chorro ‘inmundicio', y exigió que Severo la llevara de inmediato al doctor antes de que quedara a oscuras para siempre. Vino el vecino alarmado por los gritos de dolor de la mujer que tapaba sus ojos con una toallita y explicaba que del techo le habían caído varias goteras de agua sucia.

‘Pero, ¿ve?', preguntó el vecino, y ella contestó que no veía absolutamente nada, ‘ni lo negro de las uñas de Severo'. Se alarmó el hombre y ofreció prestar el dinero para que la llevaran con urgencia a un centro médico. El galeno le recetó unos analgésicos para el ‘supuesto' dolor y ardor, y comentó: No se preocupen, que ese líquido no es dañino, al contrario, contiene todas las vitaminas conocidas y por descubrir, es el mejor gel de belleza facial que existe, lo felicito, señor Severo, por esa potencia de cohete y por esos juegos, ya quisiera yo poder jugarlos con mi mujer, pero, qué va, yo de a maleta lo tiro encimita, un chorrito para humedecerle los pelitos. De regreso, ella le dijo que no se lo daría más; ‘no me des ni v…, que yo sé dónde buscar quién me lo dé sin tanta rogadera, gracias a Dios que en mi Panamá hay ochenta mujeres para cada macho', contestó Severo envalentonado por la potencia de su chorro. El gusto se le acabó cuando el vecino vino a que le devolvieran enseguida el préstamo. ‘Mi mujer está emputada, esa es la plata del susú, vaya y explíquele', dijo, y Severo fue a explicarle todo con pelos y señales. Sin que nadie lo notara, la mujer se humedeció cuando oyó lo del chorro astronómico, y le pidió a Severo que le firmara, por cualquier cosa, un papel del préstamo.

El documento decía: ‘Cuando te sientas así, bien potente como los machos de verdad, no le ruegues a la gorda de tu mujer, llámame, que yo sí tengo arte y un tanque grande para apañar esas inundaciones de vida'.

Con el vientre alterado, Severo firmó y registró en la mente el número de la mujer del vecino, convencido de que en este país abundan las mujeres calientes y sabrosonas.

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Tónico: Ese líquido contiene todas las vitaminas.

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Coqueta: Yo sí tengo arte y una tinaja grande.