Cochinón

- viernes 17 de abril de 2015 - 12:00 AM
BEl ambiente andaba revuelto en la empresa donde laboraban 79 mujeres, todas buenonas, como decía Alcibiades, algunas con una edad legal y otras, la mayoría, con los años inventados. De todas las buenonas a él lo tenía loco Nicolasa, la única que tenía varias edades, según él eran cinco: la legal, la que aparentaba su cara, la que revelaba su cuerpo, la que ella decía que tenía y, la quinta, la que a Alcibiades le interesaba averiguar, la que solo podía calcular el que lograra tirársela. ‘Esa es la única vía en la que se ve de verdad cuántos años tiene una persona, lo demás es chicha de piña', decía cuando se reunía con sus compañeros a comentar cuáles eran las que tenían más pinta de sabrosonas.
Cuidado y tu mujer te pilla enamorando a Nicolasa, le advertían los otros, pero él sabía muy bien cómo llevaba sus cuentas, de manera que cada vez que se encontraba a la bella le soltaba un par de piropos para irla ablandando. El proceso de ablandamiento llevaba casi tres años y Nicolasa no daba señales de tener algún interés en Alcibiades, pero él no se desesperaba, ‘hay que tener paciencia, ya caerá', decía imperturbable. Y hubiera seguido así, pero alguien le vino con el cuento de que la hermosa curvilínea había dicho que el único amor verdadero es el que se le tiene al dinero, eso lo hizo pensar que ofreciéndole algo ella podría caer, y se hizo el encontradizo para soltarle un ‘si necesitas algo para esperar la quincena, pues, aquí está Alcibiades'. La estrategia funcionó porque esa misma noche concertaron una salida. ‘Vamos a comer algo primero', pidió Alcibiades, quien siempre llevaba a un restaurante a las damas que tenían la intención de ir después con él a sitios más tibios.
Pida lo que desee, le dijo con suavidad a Nicolasa, a quien procuraba demostrarle que él era un caballero a carta cabal. Toda la cenita transcurrió entre detalles de Alcibiades hacia la dama tanto tiempo deseada.
‘Hoy mismo me la como', pensaba él mientras se esforzaba como un león para no sorber ni hacer ruidos con la boca. A cuentagotas se había comido su plato, todo de la manera más elegante que le permitían sus malos hábitos en la mesa. Fue en ese momento que se arrepintió como nunca de no haber tomado las clases de ‘uso de los cubiertos y protocolo en la mesa', que generosamente le ofrecía su mujer, pero él nunca tenía tiempo para esas vainas. ‘Deme que yo lo ayudo', le dijo Nicolasa cuando lo vio luchando a brazo partido con el cuchillo para comerse un encuentro sin meterle la mano. La vio partir y separar, con elegancia y suma facilidad, la carne del hueso, y la envidió, porque de niño siempre fue objeto de críticas. ‘Hey, tú si comes feo', le decían los primos, sobre todo, las primas, que son las que siempre se fijan en esos detalles. Se sintió tan apenado que no pudo tragar más. Y dijo que estaba a dieta, lo que le pareció bien a Nicolasa, a quien no le duró mucho la buena opinión, pues tras regresar del baño lo encontró entendido con un palillo, el cual, mantuvo en la boca y no soltó ni para conversar. Así, con el intruso entre los labios entraron al push.
Bota esa porquería, deseaba ella gritarle, pero se contuvo porque necesitaba los verdes que estaban en la cartera de Alcibiades.
A Nicolasa se le revolvió la comida cuando salió del baño y lo encontró aún con el asqueroso palillo . No pudo contenerse y le gritó: ¡¡¡¡¡Asqueroso, cochino, puerco, qué mala costumbre chupar ese palillo!!!!! El grito paró en seco a Alcibiades, quien se le abalanzó al verla recién lavadita. Ella complementó el insulto con un empujón que desató una reacción violenta del ofendido, a quien se le subió el indio cochino y sacó la mano, pero no pudo hacer mucho porque ella lo pateó en las partes nobles, y se retiró mientras Alcibiades se retorcía adolorido, pero sin soltar el palillo…
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Refinada: Podrá tener plata, pero es un asqueroso.
Etiqueta: Es un puerco, se queda horas con el palillo en la boca.