Cleto, el salado

Cleto era el clásico panameño salado. ‘Nació con un saco de sal’, decía la abuelita cada vez que al muchacho le pasaba un contratiempo. ...
  • martes 19 de marzo de 2013 - 12:00 AM

Cleto era el clásico panameño salado. ‘Nació con un saco de sal’, decía la abuelita cada vez que al muchacho le pasaba un contratiempo. Y lo repitió cuando Cleto le trajo la primera novia con la que se casó poco después. ‘Es que de verdad mi nieto nació salado, fíjense que de las ocho hermanas le tocó la más feíta y flaquita’, repetía la anciana para referirse a Vilina, la mujer de Cleto. Pero la flacuchenta tenía poder y pronto le llenó la casa de bisnietos. Uno detrás de otro hasta llegar a cinco, por lo que la viejita ordenó operarla enseguida. ‘Con la nueva ley ya la operan’, decía la doña, pero Vilina se llenó de temor y amenazó a Cleto con dejarlo si la obligaba a operarse. ‘Es necesario, mami, tú no sabes lo duro que es para mí llevar el pan a la mesa’, le decía en la intimidad para tratar de convencerla, pero ella sacó el golpe de gracia: Si me operan se me apaga el espíritu y ya no te voy a servir, entonces te vas a ir para la calle a buscar a otra y se nos acaba el hogar, y, óyelo bien, Cleto, no dejaré que veas a los chiquillos ni medio minuto.

La amenaza mantuvo a Cleto tranquilo por unos días hasta que alguien le habló de la vasectomía. Lo consultó con su mujer y decidieron que esa era la solución para el vientre prolífico de Vilina. ‘Pero cero palabra a mi abuela. Es un secreto entre tú y yo. Le diremos que me operaron de algo pasajero’, dijo Cleto y su mujer lo besó en señal de pacto de acero. Y así fue, el hombre llegó un día convaleciente y la señora se tragó el cuento de la operación ambulatoria. Un quistecito inofensivo, le dijeron cuando la doñita quiso dejarse tumbar de los nervios y del temor a que al nieto le pasara algo.

La tranquilidad y la felicidad volvió al hogar cuando en la intimidad Cleto recibió el premio de Vilina, quien accedió, previo acuerdo, a darle lo que él por años le había pedido. ‘Esto para el hombre más valiente del mundo, que se atrevió a operarse para complacer a su linda mujer’, dijo Vilina y cerró los ojos para pasar el trago amargo de ‘hacerle efectivo el premio al valiente Cleto’, quien a nadie le contó que los nervios lo traicionaron antes de entrar a la sala de operaciones y volvió a orinarse en el pantalón. Pero vencida esa dificultad, el salado cumplió el objetivo y salió operado. Y, tras la premiación, a Vilina quedó gustándole lo que antes le temía, de manera que en la casa de Cleto todo era felicidad.

Pero una mañana en la que Vilina se levantó vomitando, la abuela pegó el grito al cielo y anunció que no aceptaría un niño más en la casa. ‘Por eso es que digo que Cleto está salado, otro comearroz…’, gritó la viejita.

La felicidad del salado se rompió en mil pedazos cuando Vilina le dijo que estaba embarazada otra vez. Cleto quiso ir a demandar a los médicos , pero el gusanillo de los celos lo acosó y le exigió la verdad. Vilina negó la acusación y se formó en la casa el revolcón. Cleto sacó la mano y se la puso a la mujer, quien no tuvo reparos en acusarlo cuando vino la Policía, por lo que se lo llevaron detenido.

Ya decía yo que mi nieto es salado, dijo la abuelita cuando Cleto regresó a la casa solariega, porque Vilina se había marchado con el papá de su sexto hijo.

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