Caras vemos, herramientas no sabemos
- martes 05 de abril de 2016 - 12:00 AM
‘Ese es el sueño de toda mujer', le decían las tías a Leibi, quien empezó a acariciar ese sueño cuando conoció a Yeison, quien pasaba horas y horas explicándole la Matemática esa complicada que pone a sudar a muchos y que muy rara vez es útil. ‘Mi madre, ese es el tipo, un c-3 auténtico sería lo máximo, bebi, pobre de ti con semejante mazo que te vas a tirar, pero gózalo, bebi, suéltaselo aquí mismo si quieres, no importa si después se te va con otra, si eso pasa ya tú has gozado y hecho realidad el sueño de toda mujer', le dijeron las parientes cuando este vino a explicarle para el semestral. Cuando el colonense partió, las tías, como antaño, le preguntaron a Leibi ¿qué es lo que buscan todas las mujeres?
Y ella contestó lo que ellas le habían enseñado: Un pico largo y grueso, de chombo mismo con raíces africanas. Las tías celebraron el comentario con una ruidosa carcajada y la animaron a enamorar a Yeison, que no era hombre de alborotos y que en ese momento estaba concentrado en sus estudios. Pero las tías no estaban dispuestas a permitir que la sobrina se perdiera semejante bollo y día a día fueron metiéndole ideas, mientras que por el lado de Yeison lo motivaban con felicitaciones calurosas por haberse levantado a una blanquita que, según la familia de él, parecía muy enamorada, ‘o sea que te ama con el corazón, porque tú eres un negro pobre, mi amor, y la gente dice que blanca que se casa con negro es porque busca la plata de él, y contigo es diferente porque Leibi te mira como embobada, y sus tías nos atendieron muy bien, muy amables, ellas parecen contentas con emparentar con nosotros', comentaban los parientes del muchacho.
El noviazgo pronto pasó a boda porque una de las tías de Leibi se ganó un platal y les compró una casa y un carro, y prometió apoyarlos para terminar los estudios. ‘Eso sí, sobrino, no me la preñe antes de que saque el diploma, usted dele cuero, que ella se ve flaquita y frágil, pero sospecho que tiene una resistencia bárbara para esos equipos grandes', le dijo al novio una de las tías; el comentario ruborizó a Yeison y la tía le dio varias palmaditas mientras le decía ‘No se apene, mi sobri, no tenga vergüenza, que lo que se hereda no se hurta'.
Con ese ambiente de motivación al ‘sexo rico', como llamaban las tías a hacerlo con un chombón, se casaron Yeison y Leibi, quienes se escaparon a golpe de diez de la noche en medio de una rumba ruidosa con toda la parentela de ambos. Una de las tías pidió un minuto de silencio y anunció con voz entrecortada por las lágrimas: Se acaban de ir los novios, ahora es cuando mi sobrina va a gozar de lo lindo, aprieta, Leibi, aprieta y recoge, mami'. ‘Ricura, que sepa lo que es bueno, ricura', gritó la mamá de Yeison y tías y suegra chocaron copas y siguieron rumbeando mientras una por una las invitadas contaban con pelos y señales lo ocurrido la primera vez que probaron manduco.
Amanecía ya cuando los invitados se marcharon y las tías buscaron cama; casi dormidas oyeron sonar el teléfono fijo. ¿Quién diablo a esta hora?, Dios, ¿será que la niña no aguantó el manducón y se desangró y nos llaman del hospital?, dijeron temblorosas mientras ninguna se animaba a contestar. Cuando por fin dijeron un aló tembloroso oyeron a Leibi llorando y entre sollozos y reclamos le entendieron que dijo: ‘Tías, este es negro, pero por gusto, lo tiene más chiquito que el del señor calvo al que le tomaste la foto para burlarte, negro por gusto, negro falso, etc.', lloraba la recién casada. La noticia les quitó el sueño y la borrachera a las tías, quienes al mediodía la llamaron para decirle que si no le gustaba el ‘pipilín' que cogiera camino de vuelta para la casa…
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Alcahueta: ‘Bebi, pobre de ti con semejante mazo que te vas a tirar'
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Borracha: ‘Ricura, que sepa lo que es bueno, ricura'