Cara de a…

Aunque la personalidad de Rodolfo encajaba perfectamente en el decir ‘amigo de Santo Tomás, siempre tomas y nunca das', yo lo tenía por mi único y...
  • sábado 25 de marzo de 2017 - 12:00 AM

Aunque la personalidad de Rodolfo encajaba perfectamente en el decir ‘amigo de Santo Tomás, siempre tomas y nunca das', yo lo tenía por mi único y mejor y gran amigo.

Muy pocas diferencias habíamos tenido en los cuatro años de amistad, pero se me ocurrió a mí celebrarle una fiestecita a mi mamá, quien recién había llegado de la tierra del Tío Sam huyéndole a las nuevas políticas que se sufren por allá. Rodolfo, que no conocía a mi madre, llegó temprano a mi casa a ayudarme con la preparación de todo lo que brindaría en la fiesta. Noté que miró con mucha atención a mi progenitora, que tiene la misma edad de la mamá de él y que se comporta como una señora de su edad. Cuando mi madre dijo que necesitaba salir, él se ofreció a llevarla, a lo que me opuse yo porque me sentía medio alterado por la mirada ‘diferente' que Rodolfo derrochaba sobre la autora de mis días, actitud que para nada coincidía con la de ella. Por suerte, llegó mi tía y se llevó a mi mamá.

Mientras preparábamos los tragos y todo lo de la fiesta, no le despegué la vista ni la atención a Rodolfo, sobre todo después de sorprenderlo mirando con mucho interés las fotos de mi madre que yo tenía en la sala. Cuando me preguntó ‘quién es ese viejo calvo y panzón', yo le arrebaté la fotografía y le pedí que no lo llamara así. ‘Respeta, cabrón, que es el novio de mi mamá', le dije, pero Rodolfo casi me saca de quicio con la burla hacia el señor con el que mi mamá había vivido, quizás, sus mejores horas.

Cuando regresó mi mamá, él se desbocó en alabanzas hacia ella, todo enfrente del señor Carranza, el novio panameño de mi mamá, porque ella, como toda mujer precavida, siempre tenía dos, uno gringo o agringado, y el criollito, el pana comecarimañola y futbolero. Al viejo no le gustó mucho la alabanza y se llevó a mi vieja abrazada para la recámara, lo que le pateó el hígado a mi amigo Rodolfo, que cambió de ánimo y este empeoró cuando llegó su novia, quien, en lugar de preguntarle qué le pasaba o por qué estaba tan callado, le soltó un par de insultos llenos de la duda favorita de las mujeres: ‘Seguro que andas con otra, por eso estás raro, para que yo me disguste, te reclame y salgamos de pelea, para coger eso como excusa y largarte con ella'. Yo traté de interceder, pero la pelá estaba con el control perdido, y Rodolfo, a quien no le conocía el lado malo, se cabreó de la jodedera y armaron una discusión que hizo salir de la recámara a mi madre, ya vestida para la fiesta. La sola presencia de mi progenitora, que se veía radiante, transformó mágicamente el ánimo de Rodolfo, quien le celebró la belleza y se olvidó por completo de que su novia y el señor Carranza estaban allí.

Le puso el brazo para llevarla a la terraza, donde estaban reunidos los otros invitados, y mi mamá, inocente, se dejó llevar; en menos de un segundo reaccionaron los ‘ofendidos', la novia de Rodolfo la soltó de un tirón, y el señor Carranza tomó enseguida a mi madre y la sacó al área de la pachanga. En la cocina quedamos mi novia, que es hermana de la novia de Rodolfo, ella, Rodolfo y yo; aquella le gritaba y lo jamaqueaba mientras él trataba de defenderse. Yo me metí para que los invitados no oyeran el bochinche, pero la lisa novia de mi amigo del alma me gritó: ‘Tú no te metas, la culpable es tu mamá, con esa cara de arrechona que tiene, parece una putita'.

No pude digerir el insulto y le pegué en la boca, que quedó para cirugía. Rodolfo se me enfrentó y yo le respondí hasta que nos separaron. Nuestra amistad se fue al carajo, y mi novia, por orden paterna, me dejó acusado de ser un feminicida en potencia.

Últimos Videos