El que busca donde no debe…

La celotipia o enfermedad de los celos, al igual que otros males, se agrava por causas externas, entre ellas, los días del reinado de Mo...
  • lunes 11 de febrero de 2013 - 12:00 AM

La celotipia o enfermedad de los celos, al igual que otros males, se agrava por causas externas, entre ellas, los días del reinado de Momo, en los que muchos creen que el mundo está a punto de acabarse y hay que hacer todo lo que se desea, sobre todo, lo que pide el cuerpo, para no irse al otro lado con ese sinsabor de que por qué no lo hice. La celosísima Lina se había casado con Lolo porque era el más feíto de sus pretendientes y creyó que con este estaría tranquila porque al feo ninguna lo busca ni se antoja de él, pero sus estimaciones fallaron y antes del mes de casados se dio cuenta de que el man tumbaba, a simple vista, y si el asunto llegaba a mayores, se complicaba la cosa, porque su marido valía por cinco en la intimidad. ¡Qué arte y qué aguante, Dios Eterno!, decía ella en su interior, solita, para sí misma, porque temía decírselo a alguien y que ese alguien se lo dijera a alguna que se interesara en su marido y hasta ahí llegaría su felicidad. Los Carnavales eran una tortura para Lina, se pasaba los cuatro días atajando a Lolo para que no fuera a ningún culeco, donde se exhibe la carne femenina a diestra y siniestra, otras veces pasaba escondiéndole el control, para que ni en televisión viera la desnudez exquisita de las pechugonas y de los melonzones. Por estos celos absurdos se le vino el mundo abajo cuando supo que debía viajar de urgencia al interior: un familiar enfermo. ‘Precisamente en estos días viene mi tío Tereso a enfermarse’, decía. Quiso llevarse a su marido, pero este tenía que agachar el lomo el lunes y el miércoles en horario regular. Le insistió, pero Lolo dijo que jamás. ‘Veinte años consecutivos llevándome el Premio 0-0, cero ausencia, cero tardanza, no los voy a tirar por tus celos absurdos’, expresó el afectado. ‘Cuándo vas a cambiar de trabajo, ya el tiempo de la esclavitud pasó’, gritaba la celosa, pero se fue no sin antes recomendarle: Cuidado con salir a los culecos, dejo un comité de vecinas vigilantes, la de atrás, las de al lado y la del frente, las cuatro van a estar ojo al Cristo, además te voy a llamar cada media hora, al teléfono de casa, y dejo contadas las ropas sucias y tu ropa interior.

Y se fue a ver su familiar, pero los celos la torturaron tanto que hizo una visita de médico y salió de regreso para la capital. Viajó toda la noche, llamando a Lolo cada 30 minutos, sin decirle que ya venía de vuelta. Llegó a las 10:00 a. m. Pasó consultando con el comité de vecinas, que dijeron todas que el hombre no había salido de la casa.

¿Y eso que ya estás levantado?, le dijo a su marido que leía el periódico del pueblo. ¿Y eso que ya vuelves?, preguntó él, pero Lina se fue por toda la casa, contando los vasos sucios y limpios, abrió la refrigeradora, agarró al marido y lo olió por todas partes palpándole el abdomen hasta que él se enfureció y la empujó.

Pasó a la recámara y miró la cama, completamente arreglada, cosa que Lolo jamás hacía. ¿Por qué la cama está arreglada?, gritó. ‘La arreglé para no aburrirme, coño’, contestó Lolo y siguió leyendo hasta que oyó el grito: ¿¿¿¿Por qué los dos jabones están húmedos si la última vez que me bañé fue anteayer????

Salió a reclamarles a las vecinas que no habían hecho bien su trabajo, pero en el tendedero confirmó: dos toallas tendidas. Todo le dio vueltas, tambaleando entró a la casa, donde zarandeó al marido, quien , hastiado de la celadera, gritó: El que busca donde no debe, encuentra lo que no quiere.