Ni borracho se me olvida lo jodido

Don Rebolledo no era hombre de temple blandengue. Por esa razón había sobrevivido a cuatro enamoramientos profundos, del alma misma, y h...
  • jueves 28 de noviembre de 2013 - 12:00 AM

Don Rebolledo no era hombre de temple blandengue. Por esa razón había sobrevivido a cuatro enamoramientos profundos, del alma misma, y había encontrado en su carácter fortaleza para sobreponerse a los cachos que le pusieron las cuatro mujeres. Me paré como macho que soy, y las dejé y, lo que más me enorgullece, jamás volví a buscarlas. Murieron para mí, comentaba cuando el necio que nunca falta le preguntaba por qué a sus 54 aún estaba soltero.

A otros majaderos que repetían la pregunta les decía que estaba casado con la Patria, porque esa ‘siempre está ahí, no te abandona ni te juega chueco ni pide plata ni cela ni coquetea con otro’. Fue por ese sentimiento patriótico que se le subió la presión cuando oyó decir que el 28 sería un día cotidiano, que los desfiles y otros actos serían antes, o después. Su primera reacción lo llevó a lanzar carajazos en contra de las autoridades, y a maldecir el día puente.

‘Aquí la celebración es el mismo 28, ese invento del día puente lo manda al carajo, la Patria no conoce esas triquiñuelas, avísele a los empleados que el acto es ese día y no otro’, le ordenó a la secretaria, quien cumplió la orden y logró reunir a todo el personal en el salón de actos, todos con vestidos típicos. La celebración transcurrió normal hasta que los chuposos que abundan en cualquier empresa, lo convencieron de que a la fiesta le faltaba ‘la sal de la vida’: el guaro. Una hora después, hasta los capitalinos, con ese decir que rejode a cualquier interiorano ‘yo no bailo pindín’, estaban en la pista sacándole brillo a la hebilla y otros, los de pie izquierdo, salomaban imitando a Leonidas Moreno. Hasta ese momento, la celebración de los 192 años de la Independencia de Panamá de España iba bien, y se dispararon las emociones cuando don Rebolledo anunció que habría premios en efectivo, y bien jugosos, para los que contestaran bien las preguntas patrióticas que se iban a hacer.

Un bonchao se puso en fila, muchos con los copetines en la mano, y otros sin dejar de menearse.

‘A ver, a ver, saque un papelito’, pedía la coordinadora, y anunciaba: ‘500 dólares si acierta’. Los aplausos eran estruendosos, unidos a los gritos de ‘ese sí es un jefe, ese es don Rebolledo, rua, rua, rua’. Pinzón sacó el papelito: ¿Qué se celebra hoy, y cuántos años hace del acontecimiento histórico? Al concursante se le cayó el vaso. Miró al público que le hacía señas que no lograba entender. 10, 9, 8, 7… 4, 3, 2 contaba la coordinadora. ‘Un momento, pare, pare’, gritó Pinzón y añadió, creyendo haber leído bien los labios de la sensual Leonora: Celebramos el momento histórico de cuando la señora María fue a comprar las telas para confeccionar nuestra Bandera Nacional, hace 1903 años.

La ignorancia de la historia patria se enseñoreó del acto. Los aplausos y los ‘viva Pinzón, ese sí conoce lo nuestro’, resonaron en los oídos de don Rebolledo, quien fue la excepción del refrán: Solo borracho y dormido se me olvida lo jodido.

Le arrancó el micrófono a la dama y se desbocó: par de brutos, analfabetas, iletrados, debería darles vergüenza, cómo se les ocurre darle vivas al ignorante de Pinzón, pura estampa y aserrín en la cabeza. La rechifla surgió inmediata, y el aludido no la soportó. Subió resuelto a reclamarle al jefe haberlo llamado ignorante delante de todos.

No jodas, sí eres un bruto, acéptalo, decía el jefe, a quien le llovió un derechazo que lo hizo trastabillar, pero fue solo la impresión, porque reaccionó y se fue de tú a tú con el empleado. Dos minutos llevaba el faitin, iban y venían las trompadas, cuando llegaron los de seguridad a restablecer el orden.

Jefe, ¿toy botao?, le preguntó Pinzón a Rebolledo, quien le gritó: Claro que sí, pero no por la pelea, sino por bruto, por no conocer ni sebo de la historia de tu país…