El bacalao que habló

Una tarde, tras acabar de hacerlo, Arturo le preguntó: ¿Tú no quieres que yo me vaya a vivir contigo, mami?
  • martes 21 de octubre de 2014 - 12:00 AM

Arturo trataba de huirle a la ‘peste’ del siglo, pero siempre los ojos se le iban hacia Jovita, a quien miraba con recelo porque las vecinas comentaban que la damita de tetas contundentes y paradas andaba con una vieja ricachona que le daba buen chenchén, por lo que la tetuda siempre viajaba en taxi o en piratas.

El día que se la encontró en la parada, le dijo: ‘Hoy no vino el agua’. ‘Ayer tampoco’, contestó ella, y siguieron ampliando el tema hasta que subieron al bus, donde, gracias a san ‘Cachondo’ hallaron puestos uno al lado del otro. Luego siguieron conversando por teléfono y de allí a la cama no demoraron mucho.

Una tarde, tras acabar de hacerlo, Arturo le preguntó: ¿Tú no quieres que yo me vaya a vivir contigo, mami?

La amante lo abrazó y contestó: ‘Yo te amo y te adoro, pero llevarte para mi casa, ni lo sueñes, amor, allá estamos completitos’. Fue como un latigazo para Arturo, quien con Jovita ponía mucho más empeño que con la de la casa, por lo que le reclamó: ‘malagradecida, no me quieres, y eso que yo me esfuerzo como un animal cada vez que estoy contigo, fíjate mi rendimiento, el de un pelao de 28, y ya yo tengo 52’.

Y, furioso, le dio varios sabanazos en los senos recién exprimidos. ‘Eres un loco, machista’, dijo Jovita y se fue. La llamó media hora después para suplicarle que lo perdonara, pero cayó una semana, otra y más, y Jovita no le respondía. Cuando el celular empezó a sonar apagado, se le complicó la vida y no podía disimular su estado, y en la casa, Maristela advertía que algo fuerte le pasaba a su hombre. Estaba investigando a las bochinchosas que a diario se reunían en el minisúper de Liao, cuando llegó el hijo menor de Jovita, y pidió dos libras de papas. ‘Mi mamá está cocinando bacalao’, agregó el chiquillo.

Fue al anochecer que Maristela empezó a preocuparse, porque ya había calentado tres veces la comida y su hombre no llegaba. Supuso que estaría enojado porque esa mañana ella lo había jamaqueado y exigido que hablara. ‘Habla, quién es la que te tiene así raro, llevas 35 días sin tocarme, habla’. El jamaqueo no tuvo éxito, porque Arturo no habló.

Y volvió a calentar la comida y lo llamó, pero en vano, el celular estaba apagado. Mientras, no lejos de allí, Arturo ejecutaba su decisión de macho y tocaba la puerta de la casa de Jovita, quien le abrió vestida con un pantaloncito matahombres.

La mujer supo que iba a pedirle perdón, y se le adelantó dándole el nuevo número. ‘Llámame mañana a las diez’, dijo. El olor a reconciliación le devolvió de golpe el apetito perdido, y aceptó la comida que le ofreció Jovita. ‘El bacalao con papas es mi plato favorito’, decía Arturo mientras mataba el hambre vieja que la cabanga le había impuesto.

Luego caminó de prisa hacia su casa, pensando que mañana descargaría toda esa ‘vaina’ que lo estaba ‘matando vivo’. Llegó a su hogar en un estado de casi delirio.

No tengo hambre, dijo cuando su mujer caminó hacia la estufa, pero, tras hablar, se le salió un eructo espantoso que voló a la nariz femenina. Maristela ató cabos e inmediatamente hizo la conexión. ¿Es Jovita, no, es con ella quien andas, desgraciado, con esa pata?, gritaba Maristela mientras quebraba platos y lanzaba los pedazos a la cabeza de Arturo.