Un asalto frustrado
- jueves 13 de febrero de 2014 - 12:00 AM
Cuando ’Rambo’ se percató de que ’el chiquitín de los doce’ ya estaba casi a la mitad, se convenció de que era hora de actuar. "Faltan 17 días para que empiece la fiesta de Momo, y yo limpio", pensó y trazó un plan. Entró a la casa ajena a robar. Quería plata para irse de rumba desde el jueves y no parar hasta el martes. Iba con la intención de agarrar cuanto de valor encontrara en el hogar del vecino, pero su talento de ladrón se le fue al piso apenas entró y se topó de frente, acabadita de lavar, con Belkis, la dueña de la vivienda, quien salía desnudita del baño.
La vista de esos senos colosales y blancos lo mareó y tuvo que agarrarse de la pared. Los nervios lo traicionaron y gritó: ‘Esto es un secuestro y un robo, levante las manos o se las vuelo enseguida’. Belkis, llena de nervios y muda, atendió la orden y levantó las manos, quitándolas de donde las tenía. El ladrón quedó casi en ‘shock’ cuando vio el tamaño de aquello. ¿5 o 10 libras?, calculó sin quitar la mirada de allá. ‘Abajo las manos, que esto es una violación’, gritó ahora y la mujer se echó a la cama dispuesta a cualquier cosa, menos a morir a manos del ladrón, a quien reconoció apenas este se quitó la capucha.
‘Ay, ’Rambo’, me asustaste’, le dijo ella mientras contemplaba su evidente excitación. Era la primera vez que veía un falo blanco, y se entusiasmó, pero el ladrón no se decidía. Se quedaron un rato contemplándose hasta que él le dijo que no le gustaban las mujeres sin depilar. "Es que a mi marido no le gusta calunga", aseguró ella, pero el maleante afirmó: ‘Porque tu marido es un cholo, es antihigiénico hacerlo con ese monte’. Belkis dudó un momento, y luego afirmó que a ella le daba miedo andar con armas blancas por esas zonas.
‘Eso no es problema, tú no sabes que yo fui barbero muchos años’, respondió el maleante, y pronto empezó su delicada labor. ‘Quedó al ras y mejor que si lo hubiera hecho el mejor barbero de calle 50’, comentó él y añadió: ‘Voy contigo, belleza’.
Apenas tuvo tiempo de mordisquearla, porque casi enseguida escucharon que abrían la puerta. ‘¡¡¡Mi marido!!!’, susurró Belkis. A ’Rambo’ se le cambió la excitación por terror y corrió buscando una puerta, pero la casa solo tenía una, la del frente, precisamente por donde entraba el hombre.
Belkis, que no era novata en estas situaciones, de un empujó tiró al maleante al piso y lo zambulló debajo de la cama, donde estuvo hasta la medianoche, cuando el jefe de la casa empezó a roncar.
Arrastrándose llegó hasta la puerta y ya iba a salir cuando lo alcanzó Belkis exigiendo que le diera lo suyo, pero él, que ya se había enfriado y que sentía mucha hambre y el cuerpo adolorido por las largas horas en el piso frío, se negó.
Logró abrir la puerta, pero la mujer no pensaba quedarse incompleta y lo arrecochinó. Solo llevaban un minuto en el acto cuando el marido de Belkis despertó aquejado por unos estornudos que lo hicieron levantarse a oscuras. La dama corrió hacia el baño mientras el amante-ladrón alcanzaba ¡por fin! la salida, pero no fue lejos, porque una bala del injuriado le rozó la pierna. "Estoy muerta del susto", le decía Belkis, más tarde, a su marido, quien tuvo que sacarla a la fuerza del baño y darle un tecito de tilo para calmarle los nervios por la ’visita’ del ladrón. "Caco recibe plomazo en la pierna por meterse a la casa ajena en busca de chenchén", leyó Belkis sonreída en los medios impresos locales.