Arcadio y sus clases de pindín

La firma del pacto entre ngäbes, buglés, Iglesia y Gobierno trajo tranquilidad a aquellos que temían que el percance motivara la suspens...
  • viernes 10 de febrero de 2012 - 12:00 AM

La firma del pacto entre ngäbes, buglés, Iglesia y Gobierno trajo tranquilidad a aquellos que temían que el percance motivara la suspensión del Carnaval.

Y con la alegría de ‘haber salido del peligro’ retornó a muchos la preocupación por agenciarse los fondos con que hacerle frente a los gastos ‘sagrados’ y ‘de carácter obligatorio’ para honrar a Momo. Entre ellos estaba Arcadio, quien ya había mudado televisión, microondas, dril y otros artículos para la casa de empeño.

Pero le faltaba más plata, porque los alquileres para pasar los cuatro días en el interior estaban por las nubes y la dueña exigía que el depósito se le hiciera ya. Por eso, muy temprano, Arcadio se presentó al minisúper y se puso al servicio de Yeni, la chinita con cara de china, cuerpo ‘trabajado’ de panameña, pelo ‘asiático’ y hermosa piel, quien estaba contagiada con el virus del Carnaval, que hace estragos entre la población de este país, donde los encargados de hacer las leyes hacen alarde de un lenguaje descuidado y de un actuar peor, por lo que con facilidad le dicen a una dama ‘Cállate, vieja estúpida’.

—Para lo que sea— le dijo Arcadio a Yeni, quien enseguida lo mandó a estibar un reguero de cajas con botellas vacías, y luego a barrer el local, donde parecía que había una vieja huelga de escobas. Antes del atardecer, cuando Arcadio pensaba que ya se podía retirar, Yeni le pidió que la enseñara a bailar: ‘El pindín, yo aplende a bailá pindín de Sandla’. Y lo llevó a la parte trasera del local, donde había 16 chinitos, entre ellos, seis varones, que tenían cara, cuerpo y maneras de los más auténticos hijos de la tierra de Confucio, y que no hablaban ni un poquito de español, sin embargo, las clases se iniciaron enseguida, por aquello de que hay tres cosas donde no importa el idioma: el deporte, el sexo y la música.

El entusiasmo de Yeni y de sus compatriotas por aprender a bailar los ritmos panameños creció aún más cuando Arcadio les mostró videos de la gente gozando los Carnavales. Ya las clases no solo eran en la tarde, ahora empezaban desde las once y ya se notaba el progreso rítmico de los hijos del país de la seda. ‘La cucarachita’ era el tema preferido de los chinitos, quienes lo ponían desde el amanecer y a un volumen dañino, por lo que pronto hubo quejas del vecindario. Cuando se completó una semana de trabajo de instructor de baile, Arcadio exigió el pago.

Sonreída y dispuesta a empezar el bailoteo, Yeni le dio cinco dólares. Los cinco rúcanos ofendieron tanto a Arcadio que imitó al parlamentario y le dijo ‘Estúpida, cómo crees que mis clases y pisotones que me he aguantado valen eso’.

Aunque los otros no entendieron, sí comprendieron que algo pasaba y enseguida dejaron de tirar pasos y rodearon a Arcadio, quien no se dejó intimidar por la turba asiática, y siguió exigiendo su plata ante la mirada de guerra de los compatriotas de Yeni.

Cabreado de que esta no quería buscar más plata y consciente de que no le convenía ponerse a tirar puñete contra tanta gente, caminó hasta el aparato de música e intentó sacar el cd. Fue como mentarles a Confucio. Una marejada de chinitos sudorosos le cayó en pandilla para impedirle que sacara el cd. Arcadio, que había participado en el evento boxístico ‘El Primer Guerrero’, soltó su mejor repertorio, pero así mismo le llovió mongo oriental, y no pudo evitar el escándalo que animó a los vecinos a llamar a la Policía.

Más tarde, en una corregiduría, trataba de que el escéptico corregidor le creyera que él solo estaba enseñándolos a bailar pindín.

‘Con que traficando chinitos’, le decía la secre del corregidor, quien tuvo intenciones de mandarlo a guardar unos días.