Adiós, pavito
- domingo 25 de noviembre de 2012 - 12:00 AM
A pesar del frente frío que se sentía en el país y de que faltaban cuatro horas para las ocho de la mañana, hora de la reunión tan esperada, ya Camila estaba en un súper de esos que no cierran, examinando uno a uno los pavos que el comercio ofrecía a los clientes.
Se detuvo en el más robusto, el más grandote, que exhibía su pechugona desnuda y congelada. Lo sacó y lo revisó cuidadosamente. Este es el mío, pensó. Y le habló cariñosamente al cadáver.
‘Más tarde regreso por ti, pavito lindo, voy a buscar la plata de mi club y regreso por ti, mi amor’, le dijo y se fue, pero apenas había dado unos pasos cuando decidió regresar a decirle al animal muerto: ‘Hasta luego, pavito’.
Llegó a las siete en punto a la casa de Fina, quien al igual que el que quiere concentrar mucho poder había sido elegida, gracias a la convivencia del juegavivo de ella y de la pendejada de las otras, como presidenta, secretaria y tesorera de la cooperativa integrada por veinte vecinas, quienes se habían partido el lomo desde que arrancó el 2012.
Camila se sentó en la terraza y allí estuvo quietecita hasta que el perro se cansó de ladrarle. Y con una paciencia de madre se sentó a esperar que fueran las 8:00 a. m., hora en la que Fina entregaría con detalle respaldado por facturas la plata que le correspondía a cada socia.
La mandamás se dio el caché de hacer esperar una hora a las socias, pese a que 19 habían llegado con una puntualidad inglesa. Y con boca de pato, como en señal de fastidio, trajo un tablero y fue anotando las actividades y al lado la ganancia.
‘¡¡Hey, para, para, ahí falta la de ’tanquiguivin’!!’, gritó una socia y le cayó burlón el marido chulo de Fina. ‘Oye a esa chola, óyela cómo pronuncia el Thanksgiving Day’. Y siguió burlándose y pronunciando la palabra con su inglés de negro hasta que una de las socias lo paró y exigió que Fina pusiera sobre la mesa la plata de cada una. La mujer fue encarada a buscar la plata y puso los montoncitos de dinero, pero no aparecía la ganancia reciente de los pavos asados.
Las mujeres, especialmente Ana, que dejó su pavo visto en el súper, protestaron por el faltante.
Que aparezca esa plata o nos volvemos brutas, gritaron e iniciaron una discusión violenta en contra de Fina y del marido, que aunque no tenía vela en el entierro, empezó a argumentar con tanta patanería que una de las socias se sulfuró y le dijo que a lo mejor él se había robado la plata.
‘Yo te sentí salir bien perfumado ayer, con perfume caro’, le gritó y el chulo respondió con insultos tan soeces que otras mujeres intentaron agredirlo con una escoba.
La algarabía asustó a los perros, que empezaron a ladrar desesperadamente, tanto que los vecinos o quién sabe quién llamó a la Policía, que entró violentamente a la casa, registrándola ante la mirada angustiada de las mujeres.
Para sorpresa de Fina, los policías hallaron elementos comprometedores en la vivienda, los que fueron subiendo uno a uno al patrulla.
‘Suban ese poco de plata que hay ahí, seguro que es de procedencia dudosa’, dijo el jefe y otro trajo una bolsa de plástico en la que echó de un manotazo todo el dinero producto de once meses de arduo trabajo.
Las veinte socias, después de recuperarse del susto, se fueron al cuartel a rogar que les devolvieran su plata, pero allá no les creyeron y les dijeron que era esa la cantidad justa de la que había una acusación de robo en contra del marido de Fina.
Llorosas, las socias fueron diciéndole adiós a sus sueños de compras decembrinas.
Ana no pudo evitar que un torrente de lágrimas resbalara por su ajado rostro cuando recordó al pavito que había dejado visto en el súper.
MORALEJA: NO SOLO HAY QUE MIRAR AL TESORERO, SINO A SU PAREJA Y A TODA LA PARENTELA.