A distancia
- lunes 20 de marzo de 2017 - 12:04 AM
Keisy pensó que había dado con la piedra mágica para que su amante, Julián, se decidiera por ella y no por la otra aspirante, Teresa; con ambas llevaba años de relación y cada una había puesto en práctica todas las tácticas conocidas para quedar como la señora de Bermúdez, pero nada, el guapo se mantenía firme en su soltería y cuando lo apuraban, contestaba: Yo nací para dar amor, pero de lejos.
Se rumoraba que las dos le habían dado a beber pócimas e intentaron también secuestrarle ropa íntima para llevarla donde una señora que aseguraba realizar un trabajo perfecto, pero Julián era más bellaco y nunca se ponía esas prendas cuando salía con ellas; por orden materna, él no comía ni bebía nada preparado por ninguna de las dos mujeres, quienes, entonces, acudían a las más variadas tretas amatorias con el único fin de que él se decidiera por la que mejor lo hacía. ‘A mí no hay meneo que me amarre', comentaba el infiel, y las mujeres bajaban la cabeza humilladas y rendidas por el comentario, que pronto olvidaban e iniciaban otra vez la gran batalla. Las amigas de Keisy la reprendían cuando ella les decía: ‘Ya no queda ningún rincón de mi cuerpo que Julián no haya explorado'; por otro lado, Teresa comentaba ‘le he dado todo y le he hecho de todo en la intimidad, hasta lo que nadie se imagina, pero él no se decide por mí'. En una ocasión se encontraron ambas en un supermercado, donde se desgastaron sin piedad insultándose con los adjetivos más ofensivos y se acusaron mutuamente de ser una la piedra en el camino de la otra. Luego se fueron a las melenas peliteñidas y se las halaron hasta que vino un seguridad del comercio y las separó a punta de nalgadas. Julián solo miró y oyó, no intervino ni para callarlas ni para separarlas. ‘Eso es asunto y problema de ellas, a las dos les he dicho que no pienso casarme nunca y que mientras las dos me reciban para las dos tengo pecho y pasión', dijo serenamente Julián cuando otra cliente del local lo reprendió por causarles sufrimiento a las dos mujeres.
Una amiga de Keisy ideó cómo amarrar al escurridizo: ‘Déjate preñar y verás que él se decide por ti, a todos les interesa ser padres'. Ese plan no es fácil de ejecutar, porque él siempre se pone su condoncito, nunca se le olvida, contestó Keisy, pero la amigonga dijo tajante ‘búscate otro que te embarace y cuando se lo digas a Julián recuérdale que el condón a veces viene medio roto y por ahí se cuela una gotita que basta para dejarte gordita por nueve meses'. La convenció. El escogido para realizar el ‘trabajo sucio' fue un eterno admirador de Keisy, el buenazo de Gael, quien quedó lelo cuando ella le coqueteó y de ahí a la cama no tardaron mucho. Fueron tres salidas las necesarias para que Keisy saliera en estado, apenas lo supo, mandó a mejor vida la relación con Gael, quien cayó en un estado depresivo que casi lo tumba. No tuvo ella compasión del enamorado y le dijo rotunda: ‘Te dejo porque no te quiero y punto, no hay nada más que hablar, me equivoqué pensando que te quería, pero no, ya me di cuenta de que no eres el hombre de mi vida'.
Se fue feliz, indiferente al dolor que dejaba su mala acción, pero la vida, que es justiciera y que por cada palo que demos nos devuelve dos, le bajó la alegría apenas le dijo a Julián que estaba embarazada. El guapo no la dejó ni soltar el argumento del condón roto, porque la apartó suavemente mientras le decía: ‘Hasta aquí llegamos, Rebequita, yo no preño porque hace años me operé para no engendrar hijos, así que vaya a buscar al que le infló esa barriguita'.
Keisy suplicó el doble de Gael y hasta confesó que lo había hecho por amor, pero Julián se mantuvo y la dejó para siempre.