El niño de Tordesillas
- domingo 03 de febrero de 2013 - 12:00 AM
El caso del niño de Tordesillas se originó el 1 de octubre de 1977. Ocurrió en un pueblo de la provincia de Valladolid, España, y tuvo como protagonista a Martín Rodríguez, de siete años, quien tuvo un encuentro con lo sobrenatural, tan peligroso que casi le cuesta la vida.
Según lo relató Martín, ese día él salió de su escuela, llegó a su casa, dejó su cartera y salió corriendo para jugar con sus amigos. El juego elegido era el bote de la malla, una especie de escondite en el que solo hay que preocuparse por buscar un buen refugio para que los otros no lo encuentren.
Martín y Fernando corrieron como locos en busca de un buen escondite. Corrieron tanto que se alejaron de la barriada y acabaron casi en las afueras del pueblo, en un corral abandonado. Martín cogió de manera instintiva una piedra del suelo y la lanzó. Inexplicablemente, un estruendo metálico que parecía provenir del otro lado del muro rompió el silencio del lugar.
La curiosidad los dominó y entraron a la casa. Cuando cruzaron la vieja puerta, los pequeños percibieron que algo resplandecía al fondo, junto a la pared: una misteriosa luz que iluminaba esa parte del corral. Miraron hacia arriba y vieron un enorme objeto que parecía de metal, muy luminoso y posado en tres patas, que estaba a solo unos metros de ellos.
Fernando relató que lo que vieron parecía una nave de la que salían luces de muy diferentes colores. La nave emitía un sonido ensordecedor. También percibieron un denso humo blanco proveniente de un tubo ubicado a uno de los lados del aparato. De pronto, el sonido se hizo cada vez más intenso y las luces empezaron a cambiar. El aparato se elevó sobre su eje y las patas flotaban en el aire.
Martín no pudo evitar curiosear y averiguar de qué se trataba y se aproximó al objeto. Rápidamente salió del aparato un potente haz de luces que fue directo al abdomen de Martín.
Martín contó después que él sentía que se quemaba, empezó a sudar y no podía oír los gritos de Fernando.
El haz luminoso siguió apuntando a Martín, que se desplomó al suelo. El destello luminoso cesó, la emanación acabó y la nave inició un vertiginoso ascenso hacia el cielo hasta dejar de verse.
Martín quedó inconsciente y Fernando, aterrorizado, salió a buscar ayuda. Algunos vecinos fueron al corral, cargaron a Martín y lo llevaron a su casa.
Antonio Rodríguez, padre de Martín, trabajaba en su casa cuando se percató de que varias personas traían a su hijo en brazos. Temió lo peor.
Fernando narró a Antonio lo sucedido, quien pensó que la historia es fruto de la imaginación del niño y creyó que lo más probable es que hubiesen hecho alguna travesura que culminó con un final así.
Acompañado de un amigo, Antonio fue al corral y en el suelo vio un trozo de tierra abrasada, con olor a azufre y con forma triangular. Recogieron las muestras, las sometieron a una prueba y el resultado fue anormal. Era indiscutible que algo alarmante les había sucedido a los niños en el corral.
Martín fue tratado por los médicos de Tordesillas, quienes lograron estabilizarlo, pero como no encontraban los motivos de su malestar, lo trasladaron al hospital Onésimo Redondo, de Valladolid.
Después del suceso, Martín sufría de frecuentes pérdidas de visión, vomitaba a menudo y estaba muy débil. Como no experimentaba mejoría alguna, fue operado. En los dos años siguientes, Martín fue sometido a 14 intervenciones de extrema gravedad, que dejaron, tanto en la cabeza como en el cuerpo, innumerables cicatrices y costuras. Se le implantaron diversas válvulas artificiales para realizar las funciones vitales, que no podía realizar con normalidad.
Poco a poco comenzó a normalizarse la quebrantada salud del muchacho. Volvió a su colegio, a sus juegos, su rutina... Nada parecía haber cambiado, pero, realmente, Martín ya no era el mismo.
Siempre había sido un estudiante normal, que sacaba adelante las asignaturas como podía, teniendo mayor dificultad en las matemáticas. Eso había cambiado. Increíblemente, Martín Rodríguez adquirió una capacidad de retención memorística y una gran habilidad para las relaciones lógicas muy superior a la que siempre había demostrado. Comenzó a interesarse por el dibujo, la poesía, la escultura y las matemáticas.