El rincón de Rosa
- martes 19 de abril de 2011 - 12:00 AM
Cada vez que voy de compras, llevo a mi esposo y cuando voy al probador a medirme la ropa, él entra a ese lugar y me pide que lo hagamos. ¿Cree que lo debo hacer con tantas personas que nos rodean?
Es un lugar estrecho, íntimo y caluroso que te mantiene escondido del resto del mundo, pero al mismo tiempo te encuentras rodeado de gente. Tú los oyes,pero ellos no te ven... Además, es uno de los pocos lugares, fuera del hogar, en el que nos desnudamos. Si los probadores pudieran hablar, seguro que nos contarían anécdotas sobre los cientos de cuerpos desnudos que han visto desfilar ante sus espejos.
Una de las ventajas del probador es que la adrenalina de ese delicioso momento hará menos doloroso el paso por la caja. Algo más que añadir a tu palmarés sexual: una experiencia única y muy original que envidiarán tus amigas y de la que tu pareja se acordará toda la vida.
Ya puedes estar contenta, porque tu pareja corre el riesgo de convertirse en un adicto a las compras.
A mi novio le gusta jugar conmigo en la intimidad y a veces inventa juegos bruscos, como el de jugar a los policías. ¿Debo dejar que me ponga las esposas?
Existen réplicas de las esposas que traen forros de rosa, ideales para este tipo de jueguecitos. Las esposas son el instrumento indispensable para realizar esta práctica. Pueden usarla, pero vas a sentir maltrato si tu pareja lo permite.
Si no te gustan las esposas, puedes utilizar lazos, ¡pero no los ates demasiado fuerte!
También están los cinturones, son menos prácticos para atar las muñecas, pero dan un aire sadomasoquista a los preliminares. Los más sensibles, mejor que se abstengan de utilizarlos.