Si el amor pudiera encasillarse en estereotipos perfectamente definidos, (algo imposible en la práctica), el ágape sería el sentimiento más profundo y desinteresado. El amor ágape es aquel que solo persigue el bienestar del otro anteponiéndolo al propio, sin esperar nada a cambio, incluso aunque ese amor no sea correspondido. Por su parte, los filósofos griegos ya hablaban de este tipo de amor como el más generoso e incondicional.

Tampoco tiene nada que ver con el amor romántico o con el deseo sexual. En el amor ágape no hay celos, envidias, desconfianza, traiciones o enfados con el otro por sus fallos o acciones que no nos gustan, porque, simplemente, se ama a la persona aceptándola tal y como es.

Como característica importante, hay que señalar que el amor ágape es un amor voluntario y consciente, es decir, no se está ‘cegado por el amor o la pasión'. Se ama porque se quiere, de la manera más profunda, porque solo el bienestar y la felicidad del otro produce la propia felicidad. Es un amor compasivo, generoso, leal y capaz de superar cualquier adversidad.

En la vida cotidiana y en la práctica pueden encontrarse ejemplos puntuales de este sentimiento tan profundo. Probablemente el que se aprecia con mayor frecuencia es el que experimentan los padres por los hijos. Aunque hay de todo, en ocasiones sigue sorprendiendo lo que un padre o una madre pueden llegar a hacer por un hijo, anteponiendo su bienestar a cualquier otro interés.