- martes 02 de septiembre de 2025 - 12:00 AM
“No es el fin de la sexualidad, sino una nueva etapa para redefinirla”. Esa debería ser la frase grabada en el espejo de cada hombre que llega a los 50 años o que ya los pasó. Porque aunque el cuerpo cambie, el deseo no desaparece: se transforma.
La andropausia, ese enemigo silencioso que muchos hombres prefieren ignorar, es una realidad biológica que llega sin pedir permiso. Y aunque no ocurre de forma abrupta como en las mujeres, sus efectos son igual de profundos. La disminución progresiva de la testosterona impacta directamente en la energía, el estado de ánimo y, por supuesto, en la sexualidad masculina.
Entre los síntomas más comunes están la pérdida del deseo sexual, dificultades con la erección o la eyaculación, cansancio físico, irritabilidad, apatía, aumento de grasa abdominal y pérdida de masa muscular. Cambios que muchos prefieren callar. Pero, en realidad, el silencio es el verdadero enemigo.
Atravesar la andropausia no tiene por qué apagar el fuego bajo las sábanas. Al contrario, puede convertirse en una oportunidad para redescubrir el placer desde un lugar más auténtico y libre de presiones. Para eso, lo primero es atreverse a hablar, sin vergüenza ni filtros, con la pareja sobre lo que se siente y lo que se desea.
Luego viene el paso más interesante: reeducarse sexualmente. Esto significa cambiar el enfoque: menos obsesión con la penetración, y más atención al juego, a las caricias, a la piel, a las pausas y a las miradas que encienden más que cualquier fármaco. Porque a veces, una caricia bien dada vale más que una carrera contra el reloj.
El cuerpo también necesita cuidados. Una buena alimentación, ejercicio regular y chequeos médicos frecuentes son esenciales para mantener la vitalidad física y emocional. En algunos casos, las terapias hormonales pueden ser una opción válida y segura para recuperar el equilibrio.
Lo más importante es entender que la virilidad no está en el rendimiento, sino en la entrega. Que el deseo no muere, simplemente cambia de ritmo. Y cuando eso se acepta y se comprende, la cama deja de ser un campo de batalla para el ego y se convierte en un espacio de redescubrimiento, ternura, complicidad e intensidad.
Afrontar la andropausia con conciencia no es solo una decisión de salud, sino una apuesta por una sexualidad más madura, más sincera y también más caliente.