En un mundo donde la actividad sexual se asocia frecuentemente con bienestar y salud, un estudio reciente ha revelado que Japón es uno de los países donde las personas tienen menos sexo. Esta sorprendente tendencia está vinculada a una serie de factores sociales, económicos y culturales que impactan las relaciones íntimas.

Uno de los principales factores detrás de esta baja frecuencia sexual es el creciente enfoque de la sociedad japonesa en el trabajo. El exceso de horas laborales y la presión por cumplir con altos estándares profesionales dejan poco espacio para la vida personal y las relaciones de pareja. Esto, combinado con un alto nivel de estrés y la falta de tiempo libre, ha creado una brecha entre las parejas, dificultando la conexión emocional y física.

Otro factor crucial es la tendencia al retraso en la formación de parejas estables. En Japón, cada vez más jóvenes optan por centrarse en sus carreras y logros personales antes que en formar una familia. A menudo, las relaciones amorosas se perciben como una carga adicional, y el matrimonio es visto como un compromiso que resta libertad.

Además, la cultura japonesa, que históricamente ha sido más reservada en cuanto a la expresión de la sexualidad, juega un papel importante. La falta de educación sexual abierta y la timidez en la comunicación sobre deseos y necesidades sexuales contribuyen a que las parejas no se sientan cómodas explorando su vida sexual.

La disminución de la actividad sexual en Japón no solo afecta la intimidad de las parejas, sino que también tiene implicaciones para el futuro demográfico del país. La baja tasa de natalidad, combinada con la escasa actividad sexual, presenta desafíos para la sociedad japonesa en términos de envejecimiento poblacional y la sostenibilidad de su fuerza laboral.

Con la colaboración de Adiel Bonilla