Se le infló el cuerpo
- lunes 26 de febrero de 2018 - 12:00 AM
PERÚ
El cuerpo de Alejandro Ramos, un buzo peruano, empezó a hincharse y así se ha mantenido durante los últimos cuatro años.
Ramos ocupa una habitación del Centro Médico Naval desde diciembre, cuando la Marina de Guerra del Perú le ofreció estudiar su caso.
Explicó que no había recibido tratamiento por la falta de dinero… y la vergüenza de salir a la calle con su nuevo cuerpo.
Del codo para abajo, sus brazos podrían pasar como los de cualquier hombre sano de 56 años. Son sus bíceps, con un contorno de 62 y 72 centímetros cada uno, los que hacen que se posen sobre él todas las miradas.
Al factor estético, se suman el dolor de huesos que le impide caminar con normalidad y el silbido que emite su pecho cada vez que respira.
‘Willy', como le llama su familia, está convencido de que todos estos males son las secuelas de un accidente laboral que tuvo a finales de 2013 mientras buceaba a más de 30 metros de profundidad en busca de mejillones.
Esta especie se fija con dureza a superficies como barrancos y peñascos.
Los buzos como Willy, que trabajan de manera artesanal, pasan largas horas despegándolos y recolectándolos antes de poder retornar a la superficie.
Accidente
El buzo describe que a varios metros sobre su cabeza, uno o más tripulantes se encargan de recibir el producto recolectado y de alimentar con gasolina cada 90 minutos una máquina.
Esta comprime aire y se lo envía al buzo a través de una manguera que ha de ponerse directamente en la boca, ya que la mayoría de mariscadores peruanos no cuentan con reguladores, un accesorio que les garantizaría entre 10 y 15 minutos de oxígeno en caso de emergencia.
Aquella tarde, una lancha se acercó demasiado a la embarcación para la que Willy trabajaba y donde su hijo y otro compañero le esperaban.
La maniobra provocó que una hélice rompiera la manguera y condenó al buzo a tener que subir de golpe 36 metros.
Un trayecto de pocos minutos, pero que podía haberle costado la vida.