La torturaron y violaron entre 100

La escalofriante historia de una niña secuestrada y asesinada en Japón en 1988
  • domingo 18 de septiembre de 2022 - 12:00 AM

Esta escalofriante historia ocurrió hace 34 años, exactamente en 1988, cuando una niña japonesa de nombre Junko Furuta, de 17 años de edad, fue secuestrada por un joven miembro de la temible organización Yakuza, torturada por 44 días y finalmente asesinada de forma brutal por cuatro adolescentes.

El caso de Junko Furuta es uno de los crímenes sin resolver más infames de la historia de Japón. Su cadáver fue posteriormente hallado por la Policía dentro de un tanque de hormigón.

¿Cómo pasó?

Según reportes periodísticos, Junko era una estudiante de secundaria y vivía en Saitama Yashio-Minami.

A diferencia de otros jóvenes de su clase ella solo estaba dedicada a estudiar y casi no salía de su casa ni iba a discotecas. Incluso nunca fumó ni consumió bebidas alcohólicas y estaba libre de drogas.

Sus compañeros contaron que Furuta era una muchacha muy bella. Un joven llamado Hiroshi Miyano, de la Yakuza, estaba perdidamente enamorado de ella, pero como la chica solo le interesaba estudiar y no pensaba en ninguna relación amorosa, rechazó sus pretensiones.

Hiroshi se puso furioso y decidió vengarse de ella. El 25 de noviembre de 1988, mientras Junko volvía a casa en su bicicleta después de un trabajo de medio tiempo, un chico extraño se le interpuso en el camino e hizo que se cayera.

Fue en ese momento que dos adolescentes más aparecieron y la secuestraron. Se la llevaron a la casa de uno de los secuestradores y la obligaron a que llamara sus padres y les dijera que se había escapado, que estaba a salvo y que se quedaría con algunos de sus amigos por un tiempo.

Infierno

Fue entonces cuando empezó el infierno de la jovencita, pues los plagiadores la torturaron durante 44 días, la mantuvieron desnuda y 100 personas diferentes la violaron más de 500 veces. No contentos con eso, los depravados la golpearon hasta convertirla en pulpa, le insertaron tijeras, botellas, una bombilla incandescente que estallaba, brochetas de pollo a la parrilla, agujas para asar y hierros en sus genitales. También quemaron diferentes partes de su cuerpo y hasta le cortaron parte de los senos.

La niña incluso fue obligada a comer cucarachas y beber orina. La orinaron encima, la colgaron del techo y la convirtieron en su saco de boxeo. Se vio obligada a dormir en el balcón durante los fríos meses de invierno. Las mancuernas aplastaron su estómago. La golpearon con palos de golf, barras de hierro e incluso la metieron en el refrigerador durante horas.

Le hicieron varios agujeros en su cuerpo con agujas. Incluso quemaron sus genitales, clítoris y párpados duros con un encendedor de cigarrillos. Su pezón izquierdo estaba doblado con pinzas.

Ante tantas lesiones graves Junko no podía ponerse de pie y para ir al baño tenía que bajar las escaleras arrastrándose.

Un día, cuando sus captores se descuidaron, Junko llamó por teléfono pidiendo ayuda tras veinte días de secuestro y tortura, pero uno de los desalmados la descubrió y le desconectó el teléfono antes que pudiera hablar.

Después de esto le rociaron gasolina en las piernas y se la quemaron. Debido a un coágulo de sangre en la nariz no podía respirar y vomitó debido a una hemorragia gastrointestinal y no podía comer.

Incapaz de soportar tanto dolor, Junko suplicó a sus secuestradores que la mataran.

Finalmente, la mutilaron a los 44 días de su secuestro. Los chicos no perdonaron ni el cuerpo mutilado y lo golpearon con una barra de hierro. Posteriormente, le vertieron líquido para encendedores en la cara, el estómago, las piernas y la quemaron con fuego.

La agonía de Junko duró aproximadamente dos horas. El 4 de enero de 1989, finalmente, falleció.

Los secuestradores, posteriormente, fueron capturados y el cuerpo de Junko fue hallado dentro de una tambor de hormigón sellado con cemento.

Lo triste de este terrible caso es que los culpables no fueron condenados a muerte ni a cadena perpetua por lo que hicieron a la pobre niña. Uno fue sentenciado a siete años de prisión mientras que los otros tres fueron sentenciados a quince.

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