- miércoles 05 de junio de 2024 - 1:00 AM
La mañana del martes damnificados del viejo caserón que fue consumido por las llamas la noche del domingo en el Barrio Chino, corregimiento de Santa Ana, escarbaban entre los escombros buscando hierros para venderlos.
A las 11:00 de la mañana aún no habían probado ni un solo bocado de comida y habían dormido mal en un viejo inmueble cerca donde ocurrió el siniestro que le arrancó la vida a tres miembros de una misma familia.
En ese viejo caserón residían al menos 16 familias, entre ellas Edith Figueroa, de 89 años, su hijo Cornelio Figueroa (60) y su esposa Johana González de Figueroa (59). Los tres fallecieron presas de las llamas.
“Yo lo vi todo”, recuerda uno de los damnificados que prefirió no identifcarse. El sudor le corría por su rostro trigueño en la mañana soleada y se perdía entre sus bigotes.
“Todo ocurrió en cuestión de segundos, vi una llama arriba, traté de ayudar a las personas, pero las llamas no me dieron chance y perdimos a 3 seres queridos”, contó.
Esas tres personas fueron Edith, Cornelio y Johana.
Los vecinos de la familia Figueroa contaron a El Siglo que Edith, debido a su avanzado edad, se mantenía en silla de ruedas y toda su vida había vivido en el viejo inmueble.
“Toda su vida residió allí, desde su niñez hasta sus últimos días”.
Cornelio, en cambio, según sus vecinos, se dedicaba a realizar trabajos gráficos y hacer curriculum, mientras que su esposa Johana era una mujer dedicada a Dios, pues era una sierva en una iglesia de la localidad y era modista.
En su página de facebook, el 28 de abril, un mes antes del fatal desenlace, Cornelio publicó una foto con Johana donde celebraban sus 30 años de matrimonio.
“Hoy cumplimos 30 años de sueños, de momentos inolvidables, gracias por estar siempre allí”, escribió, sin saber que la muerte los rondaba para separarlos.
Uno de sus conocidos contó que la última vez que vio a Cornelio fue precisamente la tarde del domingo.
“Él siempre me saludaba y ese día no fue la excepción, fue la última vez que hablé con él”, relató.
Los damnificados denunciaron ayer que ninguna autoridad se había acercado a darles una mano. Alegaron que necesitan comida y ropa, especialmente los niños.
Mientras esperan la ayuda de las autoridades locales, a estas personas que lo perdieron todo en el incendio, solo les queda buscar entre los escombros hierros o algún otro objeto de valor para venderlos y así llevarse un plato de comida a la boca. En medio de los escombros que alguna vez fue su hogar, sienten angustia, dolor y sobre todo, mucha tristeza por haber perdido a tres de sus buenos vecinos.