La masacre de Coiba un infierno en el paraíso
- domingo 12 de agosto de 2018 - 12:00 AM
CRUELDAD SANGRIENTA
Fundada en 1919, la isla penal de Coiba, desde entonces albergó a los criminales más sangrientos, despiadados y sin escrúpulos que surgieron en el istmo. La isla es un paraíso natural de exhuberante belleza contrapuesto a horribles episodios de muerte, sangre y desapariciones.
La masacre
El amanecer del 28 de enero de 1998, en Playa Brava, no será recordado por el reluciente sol de verano y la fresca brisa que jugueteaba con los árboles en coqueteo perenne con el azulado mar Pacífico. Es recordado por una sangrienta matanza entre reos.
Coiba tenía 23 campamentos de prisioneros, uno de estos era el de Playa Brava, ubicado relativamente cerca al de Playa Hermosa. Un grupo de reclusos del campamento de ‘Los Perros de San Joaquín' llegó hasta Playa Brava, muy cerca al campamento de los ‘Hijos de Dios' y fueron emboscados por éstos.
El eminente médico forense, Humberto Mas, recuerda que fueron 4 muertos degollados por los ‘Hijos de Dios', y Fermín Arias Rojas, único sobreviviente de la matanza, sirvió de testigo en el juicio.
Ricardo Alexis Powel (a) ‘King'; Walter Murillo (a) ‘Punchi'; Rafael Córdoba Chavarría (a) ‘Rambeao' y Francisco Javier Villarreal (desaparecido), fueron sometidos a crueles torturas, que dejaron marcas en sus cuerpos, señal de odio y venganza. Rastros que dejaban ver una serie de heridas superficiales que no tenían otro propósito que el de causar sufrimiento hasta tal punto de desear no estar vivo, pero ninguna de ellas les causaría la muerte inmediata, solo sangrado lento y doloroso.
El informe médico legal consignado en el protocolo de necropsia reveló que recibieron múltiples heridas indicativas de tortura y sus muertes fueron causadas por ‘decapitación por arma blanca'.
Fermín Arias Rojas, fue el único sobreviviente de la masacre que pudo escapar de su inminente muerte por parte de los ‘Hijos de Dios', quienes lo persiguieron hasta verlo desaparecer en las aguas del mar del sur sin darle alcance.
Rojas, milagrosamente, pudo nadar hasta una roca situada varios cientos de metros mar adentro. La marea estaba en ascenso y se agarró del montículo hasta que los policías llegaron a rescatarlo. En el juicio fue la pieza clave para condenar a los integrantes de ‘Los Hijos de Dios'.
¿Qué pasó?
Rojas, testigo ocular del crimen múltiple, confesó que días atrás, él y las víctimas, se habían fugado de sus respectivos campamentos de Playa Brava y Río Amarillo, y que después de varios días de estar navegando alrededor de la Isla de Coiba, decidieron descansar en un lugar cercano al campamento de Playa Hermosa. De pronto, se les abalanzaron un número plural de detenidos de ese campamento, que pertenecían a bandas rivales, quienes los agredieron con diversas armas blancas (cuchillos, machetes y hachas). Los finados recibieron muchas heridas en todo el cuerpo y posteriormente fueron atados y decapitados brutalmente.
Autopsia
Rodolfo Gordón, médico forense y patólogo, realizó la necropsia a los cadáveres. Él recuerda que solo se examinó el tronco de cada una de las víctimas, ya que las cabezas de tres de ellos nunca aparecieron. No tenían golpes pero si múltiples heridas y la sangre se había coagulado.
Las heridas fueron hechas con armas blancas en todo el cuerpo, signos evidentes de torturas.
En principio se pensó que la multiplicidad de heridas eran producto de ritos satánicos, hipótesis que fue descartada en el análisis forense, pues tales cortadas en la espalda, tórax, muslos y otras partes fueron hechas antes de ser decapitados. Su finalidad era causarles dolor, torturarlos y hacerlos sufrir, posiblemente por venganza', sostuvo Gordón.
Finalmente, el 23 de octubre de el año 2001, un jurado de conciencia deliberó por 14 horas continuas ya las 11:50 minutos de la noche, a través de un fallo mixto, encontró culpables a siete de los sindicados de la ‘masacre de Coiba' y absolvió a cinco, todos supuestos miembros de la banda ‘Los Hijos de Dios'.
Estos fueron: Joao Garcés, Orlando Blychanton, Iván Gálvez, José Francisco Quiñones, Francisco Camargo y Arián Benedi.
Durante la audiencia se escucharon sollozos en la sala.
Un silencio sepulcral predominó en el recinto. Luego de escuchar el veredicto los acusados se retiraron del tribunal bajo fuertes medidas de seguridad escoltados por la Policía Nacional.