Madre despiadada: ahogó a sus cinco hijos en una bañera

- domingo 06 de abril de 2025 - 12:00 AM
El 20 de junio de 2001, en su hogar en Houston, Texas, Andrea Yates llevó a cabo un acto que dejaría una marca imborrable en la sociedad: ahogó a sus cinco hijos en la bañera de su casa.
Desde su infancia, Andrea había lidiado con demonios internos. Nacida el 2 de julio de 1964 en Hallsville, Texas, era la menor de cinco hijos de una familia de inmigrantes. A lo largo de su adolescencia luchó contra la bulimia y tuvo pensamientos suicidas, una señal temprana de su profunda inestabilidad emocional. Se destacó en la escuela y se graduó como la mejor de su clase, pero su lucha interna nunca desapareció.
En 1993 se casó con Russell “Rusty” Yates y, con el deseo de tener tantos hijos como la naturaleza permitiera, la pareja dio la bienvenida a Noah, Paul, Luke, Mary y John. Sin embargo, tras el nacimiento de su cuarto hijo, Andrea comenzó a experimentar una depresión severa.
En junio de 1999, tras un intento de suicidio, fue diagnosticada con psicosis postparto, una enfermedad que la llevó a perder el control de su propia mente.
A pesar de las advertencias de los médicos de no tener más hijos, Andrea quedó embarazada de su quinto hijo, Mary. La llegada de este último fue el catalizador que la llevó al borde de la locura. La muerte de su padre en marzo de 2001 fue el último clavo en su ataúd emocional. Andrea dejó de tomar su medicación y se sumió en una desesperación cada vez más profunda, incapaz de cuidar a su propia hija.
El fatídico 20 de junio de 2001, Rusty salió de casa dejando a Andrea sola con los niños, desoyendo las advertencias de los médicos que le habían indicado que necesitaba supervisión continua. En un lapso de tiempo desgarrador, Andrea ahogó a sus cinco hijos en la bañera. Primero a los tres mayores—John, Paul y Luke—y luego a Mary, quien, en un giro macabro del destino, dejó flotando en el agua. Cuando Noah entró en la habitación y vio a su hermana, salió corriendo, pero fue atrapado por su madre y también fue ahogado.
Tras cometer el acto más inimaginable, Andrea llamó a la policía, describiendo su necesidad de ayuda sin revelar la magnitud de su crimen. Al instante, las autoridades llegaron a la escena, encontrando a los niños sin vida. Andrea confesó haber cometido el infanticidio, pero su estado mental se convirtió en el centro del debate durante su juicio.
En 2002 fue declarada culpable de asesinato capital, enfrentando la posibilidad de la pena de muerte. Sin embargo, el jurado se negó a imponer esa sanción, optando por una sentencia de cadena perpetua con posibilidad de libertad condicional después de 40 años. Pero su condena fue revocada en apelación, debido a evidencia de falso testimonio de un psiquiatra que había declarado en su contra.
Un nuevo juicio se llevó a cabo en 2006, donde se determinó que Andrea no era culpable en razón de locura. Fue enviada a un hospital psiquiátrico de alta seguridad, donde recibiría tratamiento por su enfermedad mental. La tragedia de Andrea Yates no solo destaca la complejidad de la salud mental, sino también la devastadora realidad de la violencia familiar, un recordatorio de que, a veces, los seres más vulnerables son aquellos que deberían ser protegidos a toda costa.
Hoy, la historia de Andrea Yates permanece como un eco en la conciencia colectiva, un testimonio de la lucha entre la luz y la oscuridad en la mente humana, y un recordatorio de que detrás de cada acto de violencia puede haber un profundo sufrimiento que muchas veces queda oculto a la vista del mundo.
La historia de Andrea Yates es un oscuro recordatorio de la fragilidad de la mente humana y las profundas sombras que pueden acechar en el corazón de una madre.