Era una noche oscura y silenciosa en la comunidad de Lídice, en el distrito de Capira. La luna iluminaba tenuemente las calles desiertas, mientras un viento frío susurraba entre los árboles. Sin embargo, en una casa recién adquirida, el ambiente era diferente: una mezcla de expectativa y tensión se cernía en el aire.

J. T. R., un hombre de 52 años que trabajaba en la embajada norteamericana, había estado esperando con ansias el encuentro que había planificado a través de las redes sociales.

Tras varias semanas de conversaciones, había acordado verse con un joven de 22 años que había conocido en línea. La curiosidad y la emoción lo invadían, sin saber que esa noche cambiaría su vida de forma irreversible.

El joven, de quien se revelaría poco después que era un completo desconocido, llegó a la cita con una mezcla de nervios y anticipación.

Sin embargo, la realidad de lo que iba a suceder estaba lejos de ser la fantasía que había imaginado. Cuando abordó el vehículo de J. T. R., todo parecía normal. Pero en un giro inesperado, el joven se quedó dormido, sumido en un profundo sueño que lo llevó a un lugar que nunca habría querido visitar.

Cuando despertó, se encontraba en una habitación extraña, sin recordar cómo había llegado allí. El pánico lo invadió al darse cuenta de que estaba en ropa interior y que había un hombre detrás de él, intentando sujetarlo. El horror lo envolvió y, en un instante de desesperación, comprendió que estaba en una situación de vida o muerte.

La lucha fue rápida y feroz. En un momento de instinto de supervivencia, el joven tomó un objeto afilado y, en un acto de defensa, cortó el cuello de J. T. R. La sangre brotó como un río oscuro, tiñendo la habitación de un rojo intenso. La vida de J. T. se desvaneció ante sus ojos, mientras el joven, aún confundido y aturdido, intentaba procesar lo que había hecho.

Afuera, el silencio fue interrumpido por un grito desgarrador que resonó en la noche, un eco de auxilio que llevó a los vecinos a prestar atención. Fue entonces cuando el joven, aún en estado de shock, salió tambaleándose de la casa, buscando escapar de la pesadilla que le había tocado vivir.

En la calle principal, la suerte le sonrió cuando vio una patrulla de policía pasar. Con la voz temblorosa, les contó lo sucedido, su historia entrecortada por el miedo y la confusión.

Mientras tanto, la vida de J. T. R. se apagaba lentamente en el interior de la casa, dejando detrás de sí un rastro de horror y misterio. La escena del crimen fue un espectáculo desgarrador, donde la sangre se había mezclado con las sombras de la noche. La policía llegó rápidamente, y los vecinos, aún atónitos, comenzaron a murmurar sobre el extraño incidente que había sacudido la tranquilidad de Lídice.

A medida que la investigación avanzaba, se revelaron los detalles de la vida de J. T. R., un hombre que había llegado a la comunidad buscando un nuevo comienzo, solo para encontrar un final trágico.

El joven, ahora detenido, enfrentaba un futuro incierto, con un dolor punzante que iba más allá de lo físico: un peso en su conciencia que lo perseguiría por el resto de su vida.

La historia de esa noche se convirtió en una leyenda oscura en Lídice, lo que es una advertencia clara que lo que comienza como una conexión en línea puede llevar a un abismo de horror.

En la tranquilidad de la comunidad, el eco de los gritos y la sangre derramada seguirían resonando, mientras las sombras de la noche guardaban los secretos de un encuentro fatal.