Descuartizó a su marido y vendió sus restos en tamales

La asesina dijo que estaba cansada de los maltratos que el hombre le daba a sus cinco hijos
  • domingo 19 de diciembre de 2021 - 12:03 AM

La noche del 17 de julio de 1971, se produjo en la Colonia Portales, en la ciudad de México, uno de los crímenes más brutales que se recuerde.

Esa noche una mujer identificada como María Trinidad Ramírez Poblano se encontraba en su casa con sus cinco hijos cuando llegó Pablo Díaz, su cónyuge, malhumorado porque había perdido una apuesta. Descargó su rabia en los tres hijos más pequeños de María Trinidad a quienes le dio correazos hasta dejarle marca en la piel y, no contento con eso, los mandó a dormir sin comer.

-¿Por qué no me diste la queja a mi? - le reclamó María.

-Ya estoy cabreado de ellos, lárgate con ellos, me conseguiré otra mujer – le contestó.

Luego Pablo se sentó a ver un programa de boxeo en la televisión. Cuando María se percató que sus hijos dormían, se asomó y vio que su esposo roncaba en el sillón. Entonces se le cruzó una idea macabra. Tomó un bate que tenía en la casa y le asestó tres golpes seguidos en la cabeza.

Luego oyó quejarse a su marido y cuando lo vio moribundo buscó un hacha que una vecina le había prestado y lo descuartizó.

Primero le cortó las piernas y los brazos y los metió en un costal. La cabeza lo introdujo en una de las ollas que utilizaba para vender tamal, le echó agua fría y lo ocultó debajo de la cama.

Al día siguiente, antes que sus hijos se despertaran, María Trinidad sacó las bolsas y las llevó a un lote baldío que quedaba a unas cuadras de donde vivía y los dejó allí. A los pocos días los vecinos del lugar comenzaron a sentir malos olores y le pidieron a un trabajador que retirara las bolsas llena de moscas, pensando que se trataba de gallinas muertas, pues cerca había una procesadora de alimentos.

Cuando el empleado trató de levantar los costales las sintió pesados y presintió que algo no estaba bien y llamó a la Policía. Los oficiales, al llegar al sitio, abrieron los costales, donde salieron moscas verdes y vieron dos piernas separadas y quedaron espantados. Se trataba de los restos de un hombre. Inmediatamente le tomaron las huellas dactilares y horas más tarde identificarían a la víctima. Se trataba de un peluquero de nombre Pablo Díaz, de 53 años y que había estado detenido por delito de robo.

Los agentes fueron a conversar con su esposa. Tocaron la puerta. La mujer se asomó.

- ¿Qué se les ofrece? – le preguntó a los policías

-¿Es usted María Trinidad Ramírez?

-Sí, señor

-¿Sabe dónde está su esposo?

- No sé, se fue a trabajar desde el sábado y no ha regresado.

- ¿Tiene idea de dónde lo podemos localizar?

-No sé, señor, con frecuencia deja de venir a la casa

-Señora, su esposo está muerto.

María guardó silencio y la Policía le pidió que la acompañara a la estación.

Una vez allí le preguntaron si su esposo tenía enemigos. Ella respondió:

-Si señor, en las últimas semanas lo noté bastante nervioso, me dijo que en tres ocasiones lo habían detenido por vender marihuana y cuando se quiso retirar del negocio lo amenazaron.

-¿Sabe los nombres de esos tipos?

-No señor, me dijo que lo citaban en arena coliseo, donde se presentan las luchas, porque Pablo es muy aficionado.

-¿Tiene usted pleitos frecuentes con él?

María nuevamente guardó silencio y luego le respondió:

-Sí, señor, saben, Pablo fue mi segundo esposo, me separé del primero porque me engañaba en mi propia casa. Conocí a Pablo en la peluquería donde trabajaba y luego nos enamoramos y fuimos a vivir juntos.

- Le pregunté si sostenía frecuentes peleas con él

-No quería a mis hijos y los maltrataba. El 17 de julio me dijo que me iba a dejar por otra mujer. Eso me dio mucho coraje. Además, casi no trabajaba, se pasa todo el día acostado, me quitaba los 120 pesos que yo ganaba a diario vendiendo tamales y solo me dejaba 15 pesos para los gastos de la casa. Por las noche se iba al cine, al box o a las luchas, además le pegaba a mis hijos y eso me daba mucho coraje.

- ¿Por eso lo asesinó?

-Sí, señor, por eso lo maté, se lo merecía.

La leyenda urbana de esa época aseguraba que María había mezclado los restos de Pablo con los ingredientes para hacer tamales y los había vendido a sus clientes. Las autoridades nunca comprobaron eso, pero provocó que muchas personas dejaran de comprar tamales por un tiempo.

40 años presa

Tras ser detenida, María Trinidad fue condenada a pagar 40 años de prisión en el Reclusorio Femenil de Tepexpan, pero fue liberada en 1991. Una vez que recobró su libertad regresó a su tierra nata y falleció en 1995.