Cocinó a sus vecinas e hizo jabón y galletas con ellas
- domingo 04 de julio de 2021 - 12:00 AM
Sus vecinos la consideraban una mujer cariñosa y afable, pero lo que no sabían era que Leonarda Cianciulli escondía en su corazón sentimientos malvados y sanguinarios. Terminó asesinando a tres de sus vecinas. Las descuartizó con un hacha, hirvió sus cadáveres y con sus restos hizo jabones de baño y ricas galletas que repartió a las personas que venían a comprarle ropa a su tienda.
¿Pero que llevó a esta mujer nacida en el pueblo de Montella, en Italia, el 15 de noviembre de 1831, a cometer estas atrocidades?
Su vida
Leonarda nació producto de una violación por lo que tuvo una niñez triste y violenta. Como fue concebida a la fuerza su madre, Serafina Marano, nunca le demostró amor, al contrario, cada vez que la veía frente a ella le caía a golpes y Leonarda por eso andaba llena de moretones.
Sus vecinos decían que nunca la veían reír y se volvió una niñez retraída y triste. Incluso, intentó suicidarse en dos ocasiones.
Cansada de tantos maltratos, en 1917 conoció a un hombre llamado Rafael, quien trabajaba en una oficina postal y decidió casarse con él. Cuando le confesó su intención a su madre, esta se enfureció y le dijo que no estaba de acuerdo, pues desde que era niña la había comprometido con su primo.
Como Leonarda estaba decidida huir de la casa, no le hizo caso y se fue a vivir con Rafael a un pueblo llamado Luviano.
Antes de que saliera de la casa, su madre le gritó toda clase de improperios y la maldijo por el resto de sus días.
La pareja vivió un tiempo feliz, pero pronto aparecieron los primeros nubarrones de malos presagios. Rafael cayó en el alcoholismo, dejó su trabajo y quedó preso acusado de fraude.
La mala suerte siguió rondando la vida de Leonarda, pues en 1930 un terremoto sacudió la ciudad y destruyó su casa. Posteriormente, se mudó a otro lugar.
Leonarda estaba tan obsesionada en ser madre que quedó embarazada 17 veces. Perdió 13 hijos ( tuvo tres abortos y 10 murieron) pero cuatro sobrevivieron.
Para evitar que la maldición de su madre se cumpliera comenzó a sobreproteger a sus hijos de forma obsesiva .
Años más tarde abrió una tienda de ropa usada y el pequeño negocio comenzó a prosperar. Incluso, de vez en cuando, invitaba a sus vecinos a tomarse una taza de té o a comer.
Pero su carácter afable y cariñosa cambió de forma radical en 1939, cuando su hijo Giuseppe, al que adoraba, se fue a luchar en la Segunda Guerra Mundial. Leonarda se volvió loca.
Para protegerlo y que no le pasara nada comenzó a elaborar planes siniestros, influenciada por las lecturas de libros de hechizos, espiritismo que había leído años atrás. Leonarda creía que haciendo sacrificios humanos protegería a su hijo de cualquiera maldad y así fue que empezaron sus asesinatos.
Sus víctimas
Su primera víctima fue una mujer llamada Faustina Setti, una solterona que buscaba marido. Leonarda le prometió que le conseguiría un hombre y Faustina acudió a su casa para que le leyera las cartas, pero nunca más volvió a salir de la vivienda de Leonarda. Desapareció.
Mientras Faustina dormía Leonarda la asesinó con un hacha, cortó las partes y guardó la sangre en un bol. Con el cuerpo hizo jabón y con la sangre galletas que ofrecía a las mujeres que iban a visitarle y del que tanto ella como Giuseppe comieron.
Las siguientes víctimas fueron Francesca Soavi y Virginia Cacioppo. La primera fue asesinada el 5 de septiembre de 1940 y, la segunda, a finales del mes de noviembre.
Con ambas mujeres Leonarda siguió el mismo ritual de descuartizamiento y desangrado.
Pero en el caso de Virginia los postres que hizo con sus restos fueron aún mejores que los anteriores, comentería Leonarda.
Todo se descubrió cuando la cuñada de Cacioppo, al no saber nada de su paradero, comenzó a sospechar de Leonarda, pues la última vez que había visto a Cacioppo fue entrando en la casa de ella. Sus sospechas se lo contó a la policía. Las autoridades llegaron y arrestaron a Leonarda, que terminó confesando sus macabros crímenes.
Tras varios días de juicio Leonarda fue declarada culpable y sentenciada a 30 años de prisión.
Estuvo 3 años en un asilo para criminales. Allí murió el 15 de octubre de 1970 de un derrame cerebral.