Acabaron con 3 en Pan de Azúcar

Estaban sentados en la esquina de la calle primera sector F. En el sitio también había personas mayores y niños
  • lunes 11 de junio de 2018 - 12:00 AM

HISTORIAS

Carlos Robinson Flores estaba viendo la televisión en su casa cuando escuchó disparos. Su hijo, Winston Robinson Patiño, de 26 años, se encontraba en la cuadra conversando con un grupo de viejos amigos.

Estaban sentados en la esquina de la calle primera sector F. En el sitio también había personas mayores y niños.

Los pelaos hablaban emocionados de fútbol, hablaban entre risas de sus equipos favoritos, del Real Madrid y del Barça. Algunos, como Winston, soñaban con ser futbolistas.

Nadie a esa hora: 9:10 de la noche presagiaba los vientos de la tragedia. Todo estaba en calma. La calle llena de autos. Recién había pasado el carnaval.

Todo cambió en cuestión de segundos cuando uno de los muchachos gritó a todo pulmón:

-¡ Hey, allí vienen los muchachos del Hueco!

Doce muchachos llegaron armados hasta los dientes y comenzaron a soltar bala a mansalva. No les importó que en ese momento había niños y mujeres. Estaban dispuestos a cometer una masacre.

Lo pelaos de Pan de Azúcar, al oír las primeras detonaciones salieron huyendo. Winston logró escapar ileso a su casa, pero como vio que estaban rematando a sus amigos, volvió a salir y los enfrentó.

-!Por favor, qué pasó, no rematen a los pelaos!- les imploró.

Sus ruegos cayeron en saco roto. Los atacantes se detuvieron un rato, pero luego soltaron ráfagas y le metieron 7 balazos. Winston cayó con sus sueños de ser futbolista al pavimento, al igual que sus otros amigos: Cristofer Alexis Espinosa, y Rayleen Joel Rhoden, de 21 años.

Cristofer recibió un tiro en el pecho y murió camino al hospital. Rayleen también falleció camino al hospital. Winston fue trasladado a la policlínica José María Valdés y luego al Hospital Santo Tomás, donde falleció el 9 de marzo.

Tres meses

Han pasado tres meses de la muerte de los chicos. Carlos Robinson Flores, desde entonces no ha podido dormir tranquilo. Su esposa, paciente del Oncológico, se despierta con angustia todas las noches y se sienta a llorar en la mecedora del cuarto. No ha podido superar la muerte de su hijo Winston.

-Aunque mi fe ha sido vulnerada, sigo creyendo en Dios- dice Carlos, pastor de las Asambleas de Dios.

La noche en que mataron a su hijo escuchó las detonaciones y pensó que se trataba de fuegos artificiales.

-Cuando salí vi las calles vacías y corrí para ver qué había pasado. Estaban llevándose a los heridos. Vi a Winston en el piso.

-Papá, me dispararon- me dijo- Lo levanté, pedí ayuda y lo llevamos al hospital.

El padre recuerda la escena, recuerda la expresión de su hijo y se le humedece la mirada.

Móvil

Los familiares de las víctimas tienen su propia hipótesis de lo que desató la matanza. Ellos alegan que siete días antes del hecho de sangre el hermano de uno de los jóvenes que murió había tenido un altercado durante un juego de fútbol con uno de los muchachos de El Hueco.

El pelao de El Hueco, viendo que los del barrio de Pan de Azúcar estaban ganando el partido, pateó dos veces a uno de los jugadores.

-¿Qué pasó?, me estás pateando- le inquirió y se formó la discusión.

Uno de los pandilleros, que al parecer tenía problemas de droga, lo amenazó:

-Te voy a meter un poco de tiros-

Y mandó a alguien a buscar una pistola, pero como habían policías en el cuadro el asunto quedó allí.

Siete días después llegaron disparando y matando a los muchachos de calle primera de Pan de Azúcar.

-Lo irónico es que los chicos que habían estado jugando fútbol ese día, no estaban allí- comentó Carlos.

Las víctimas

Winston Robinson era un muchacho fornido que medía 1.70 metros y pesaba cerca de 189 libras. Le gustaba el fútbol y había estudiado en la Marina de Paraíso John Dewell. Había jugado para El Chorrillo Fútbol Club y pertenecía a la Reserva 20.

-Winston era un chico muy carismático, chistoso. Le gustaba ponerle sobrenombres a todo el mundo (Carlos ríe) y era muy cariñoso.

Residía en Tocumen con su esposa y su hijo de dos años. El día que lo mataron estaba visitando a sus padres en Pan de Azúcar. Su sueño era comprarse un auto y tenía dos años de manejar metrobús. Este año quería entrar a la universidad.

Cristofer

Cristofer Alexis Espinosa Quintero era primo de Rayleen, le gustaba el fútbol y soñaba con ser educador.

Cada vez que llegaba a su casa, se quitaba la ropa de trabajo y se iba a jugar a la cancha de fútbol del barrio.

- A él le gustaba el deporte, el fútbol era su vida desde pequeño. Tenía 19 años y estaba buscando trabajo. Era un joven bastante alegre y cuando llegaba a casa iba a jugar fútbol todas la tardes- recuerda Omar Alexis Espinosa, su padre.

Contó que el día que lo mataron le había pedido cinco dólares y le pidió que le comprara unos tacos para jugar fútbol, porque iba a entrar a un club.

-Esos pelaos vineron a matar a jóvenes que no tenían problemas con nadie- comenta Omar.

Cristofer era el segundo de cuatro hermanos.

Rayleen

Rayleen tenía 21 años. Su madre, Mirna Cedeño (con su foto en las piernas) cuenta que su hijo era un muchacho tranquilo, amoroso y no se metía con nadie.

-Era un alma de Dios- dice su madre, aún con el corazón roto de tanta tristeza.

-Me siento triste porque nunca pensé que eso le iba a pasar a él. Un muchacho que era trabajador y que no estaba metido en ninguna pandilla.

Mirna relata que el día que lo mataron, él le pedía a los gatilleros que no le dispararan y a pesar de pedir clemencia, lo mataron.

-Eso que ellos hicieron no tiene nombre. Pelaos que no tenían problemas con nadie los mataron por odio y envidia.

Justicia

-Este homicidio nos cambió la vida. Ahora comprendo a los padres que han perdido a sus hijos. Ahora, si tienes un hijo pandillero que roba, que vende droga y le pasa algo como esto, por lo menos sabes que tu hijo está haciendo algo malo. Pero perder un hijo así de repente, que no andaba en nada malo, no lo entendemos todavía- dice Carlos.

Justicia

Por el crimen de los tres jóvenes hay dos detenidos. Ya se les formularon cargos y esperan audiencia. Dos más están siendo buscados.

Los familiares de los tres jóvenes solo piden que se haga justicia por la muerte de tres chicos inocentes, cuyo pecado era jugar fútbol y soñar con ser alguien en la vida.

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SÉPALO

Dos de los padres de las víctimas son pastores de la iglesia.

Los atacantes tenían armas de alto calibre.

El Hueco de Pan de Azúcar es considerado un sector de zona roja.

Mujeres y niños presenciaron el ataque

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