‘Todos los niños merecen acceso a educación”, Rufino Rodríguez Tulí

  • lunes 16 de diciembre de 2024 - 12:00 AM

Aquel niño que junto a sus seis hermanos un día solo tuvo arroz en su mesa para comer y que desde muy temprana edad conoció los sinsabores de la pobreza, hoy además de llevar bajo sus hombros múltiples reconocimientos por su excelente labor como docente, dirige uno de los colegios más prestigiosos del país, donde la excelencia educativa se ve reflejada en los cientos de estudiantes que están demostrando su capacidad de superación y liderazgo dentro y fuera de Panamá.

Orgulloso de sus raíces campesinas, Rufino Rodríguez Tulí es un vivo ejemplo de que la educación es el camino a seguir para salir de la pobreza y forjarse un futuro prometedor. Veinticuatro años dedicados a la docencia son más que suficientes para hablar con propiedad de uno de los temas que lo apasionan: la educación.

¿Por qué decidió ser educador?

Viendo las carencias con las que crecí, yo anhelaba una profesión con la que pudiese ayudar en la casa con la comida y de ahí empezó mi admiración por los maestros. En las comunidades apartadas como Los Morales, en La Mesa de Veraguas, la figura que representa la esperanza y la ilusión de los niños son los maestros. Yo veía el respeto que las personas le tenían y la calidad de vida de mis maestros y un día le dije a mi mamá que iba a estudiar para maestro, algo que miraba como imposible, pues en mi hogar no había el recurso económico. Pero Dios tenía todo planeado, pues al finalizar el sexto grado, una tía que residía en Soná de Veraguas me llevó a vivir a su casa para que yo continuara mis estudios. A los 19 años me gradué como maestro de la Normal Juan Demóstenes Arosemena en Santiago.

¿Cuál fue su primer empleo y cuánto ganaba?

Mi primer trabajo fue de maestro, tenía 19 años. Fui nombrado cuando salí de la Normal en el 2001 en la escuela Los Chorros, en Río Indio de Capira, un lugar de difícil acceso donde volví a ver reflejada mi historia: niños de escasos recursos con sueños de ser profesionales que no pudieron continuar sus estudios por falta de oportunidades. Ahí tenía un salario de 385 dólares y el trabajo lo obtuve concursando.

¿Cuál ha sido la experiencia laboral que ha marcado su vida?

Fue cuando me llamaron para dictar clases a los niños del vertedero de basura de la comunidad de Playa Chiquita, en La Chorrera. En ese lugar, la pastora Edelmira de Rodríguez (q.e.p.d.) hizo un censo y detectó a 25 niños de todas las edades que no sabían leer ni escribir, que se dedicaban al reciclaje junto a sus padres. Ella solicitó un docente al Meduca y yo fui designado. De ahí empezó una de las historias más fenomenales de la transformación de una comunidad, gracias a la educación. Recuerdo que para ir al rancho improvisado que se hizo me tocaba viajar en los camiones que recolectaban los desechos. No contábamos con agua ni energía eléctrica, y las clases las impartía con todas las carencias que se puedan imaginar muy cerca del vertedero donde emanaban malos olores. Hoy en día ver a esos niños convertidos todos en profesionales y que la comunidad cuente con una escuela digna, que hace un par de años recibió la Orden Manuel José Hurtado por su trabajo en beneficio de la educación, me llena de orgullo.

Un consejo que le cambió la vida. ¿De quién fue?

María Tulí, mi madre, una mujer indígena de la comarca Ngäbe Buglé que, a pesar de no saber leer ni escribir, siempre me decía que debía estudiar. Sus palabras siempre estaban en mi mente. Todo padre debe decirle a sus hijos que estudien y motivarlos a soñar en que serán grandes profesionales.

¿Qué modelo educativo le llama la atención y por qué?

Me llaman la atención aquellos modelos que se han enfocado en la equidad y el desarrollo de las personas sin distinción alguna. Yo creo que los modelos discriminatorios y aquellos en los que el estudiante debe memorizar pasaron de moda. El sistema educativo panameño debe tener su propio modelo, mirando algunas características de países exitosos como Singapur y aquellos que han descubierto que no solo la parte académica se deben desarrollar en el ser humano, pues existen habilidades que llevan al éxito y a la plenitud de la felicidad en las personas. Para empezar, se deben acondicionar los espacios. Las aulas deben ser tecnológicas y las escuelas deben tener espacios para el desarrollo de talentos, para la cultura, el arte, y el deporte.

¿Tres acciones para salir de la pobreza?

Estudiar, ser perseverante y aprovechar las oportunidades.

¿Un maestro que recuerde y por qué?

La maestra Nidia Esther González (q.e.p.d.). Ella no me dio clases, pero yo viví en su casa y la recuerdo porque yo tenía un problema de inseguridad y timidez que al querer ingresar a la Normal representaba un problema porque un educador no puede ser tímido. Mi tía Nidia siempre me decía: “tú vas a lograr grandes cosas, tú puedes lograrlo”. Ese discurso diario marcó mi vida. Los maestros tenemos esa misión de hacerle ver a los niños que ellos pueden lograr lo que se propongan, que tienen ese potencial y merecen lo mejor.

La tecnología en la educación. ¿Buena o mala?

Es buena porque facilita muchas cosas. Hace falta educar sobre los riesgos y el uso. Ahora los niños tienen más oportunidades a varias aplicaciones educativas muy buenas que hay que saber aprovecharlas.

¿Qué opina del cambio climático?

Los efectos del cambio climático los sentimos todos y es importante que miremos hacia la conservación y la creación de más espacios verdes. En Panamá hay mucho que hacer, pues somos un país productivo en el que tenemos que cuidar nuestro principal recurso: el agua.

¿Qué piensa de la Inteligencia Artificial?

Es una herramienta valiosa que representa un desafío para los docentes y que facilita el trabajo. Debemos usarla a favor del desarrollo de soluciones creativas en la enseñanza de los estudiantes.

Educador desde hace 24 años. Abogado y Curriculista egresado de la Universidad de Panamá-ICASE.
Experiencia: Fue docente en la escuela Los Chorros, en Río Indio de Capira y maestro fundador de la escuela Playa Chiquita, en La Chorrera. Actualmente, es el subdirector técnico administrativo del Centro Educativo Endara Galimany.
Galardones: Ha recibido más de siete reconocimientos, entre ellos el de ‘Docente Innovador a nivel de Latinoamérica y el Caribe’, y la distinción de Hijo Meritorio de Puerto Caimito.
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