Niñeces: De la Edad de Oro a la Era Zuckerberg
- sábado 26 de septiembre de 2020 - 12:00 AM
‘Los pueblos, lo mismo que los niños, necesitan de tiempo en tiempo algo así como correr mucho, reírse mucho y dar gritos y saltos.' En 1889 el escritor cubano José Martí, autor de la revista infantil ‘La Edad de Oro', nombraba algunas de las formas de juegos de los niños y niñas de esa época y otras anteriores. En suma, llamaba la atención respecto a la necesidad de que las niñeces exploraran lo lúdico.
Al referirse al personaje de una niña en el fragmento ‘A Nené le gusta más jugar a mamá, o a tiendas, o a hacer dulces con sus muñecas, que dar la lección de treses y de cuatros con la maestra que le viene a enseñar' me lleva a reflexionar en torno a las jornadas de niños y niñas de ese tiempo, por tutorías, y la observancia de los roles de géneros de esa época.
Ciento treinta y un años después de la creación de Nené Traviesa, el personaje del cuento de Martí, en Panamá, a 1,479 kilómetros, las realidades de las niñeces no son distintas. Carmencita, acaba de cumplir once años, cursa el quinto grado de una escuela pública ubicada en este istmo. Desde hace seis meses, con el ajuste de la dinámica escolar por el fenómeno de la pandemia de la Covid 19, las clases virtuales la ciñen al entorno del hogar, al igual que a Nené Traviesa, hay cosas que le afectan. Por ejemplo, no le gusta estar en casa porque percibe que todos los días tiene más tarea que si asistiera al aula de forma regular, además revela que el maestro no le presta atención ni le responde cuando envía la tarea.
En su lenguaje de niña, con la voz apagada, nada usual en pleno germen de la infancia, Carmencita plasma su sentir ‘Todos los días al levantarme extraño como era ir a la escuela, y recordar cómo era ver a mis amigos. También al mediodía extraño como era llegar a la casa de mis abuelos y poder jugar con mis primos. En la tarde extraño cómo era que mi mamá me fuera a buscar donde mis abuelos. Antes de acostarme, extraño cómo era recordar todos los días que debía prepararme para ir a la escuela.'
Al lado de Carmencita, entre el sonido que emana del televisor que acompaña la jornada escolar con las clases de matemáticas, entre tecleos y sonidos de mensajes de su celular, Martha, la madre de Carmencita, atiende la lección y compara con el ceño fruncido que la información no coincide con las guías, esto, detalla, le impide que su hija complete la asignación, no es la primera vez que no esto sucede, por lo que al iniciar la clase se aleja de su jornada de teletrabajo para intentar comprender y explicarle a Carmencita.
Martha es una ingeniera en sistemas computacionales, quien a raíz de la pandemia del Covid-19 ha hecho un cambio al convertir su hogar en su lugar de trabajo, espacio que comparte con el simulacro de aula. Con el rostro bañado de sudor y moviendo un abanico grande que trata de mermar el calor del mediodía, manifiesta que le preocupa el estrés que evidencia en su hija, quien asegura ha redoblado la carga horaria escolar, debido a las deficiencias de adaptación a ese sistema por parte del maestro, de quien expresa, es jubilado y la jerga de plataformas virtuales y de algoritmos no es lo suyo. No tiene idea de plataformas, con dificultad usa mensajes de WhatsApp.
‘Se aburre con facilidad, algunas materias no llaman su atención y la sobrecarga de tareas es exagerada, está evidentemente estresada, no es una educación óptima para una niña de este tiempo y siento impotencia de no poder ayudarla más, estoy cansada de elevar mis reclamos al Ministerio de Educación y que no se me escuche, a veces siento que mendigo por la calidad educativa para mi hija', acota la madre con tono de decepción.
Nacida en 2009, Carmencita logró meterse a las carreras en los últimos años de la denominada la generación Z, comprendida entre 1994-2010, esta es la primera generación en nacer en la era digital, y según especialistas en niñez y adolescencia, tienen características tales como aprendizaje rápido y autodidacta, son más irreverentes que generaciones anteriores que experimentaron sistemas más rígidos. Me pregunto cuánto conoce el maestro de Carmencita sobre esta población, antes de dirigirme a darle un vistazo al libro Generación Z, donde Núria Vilanova e Iñaki Ortega explican que esta población experimenta la democratización del acceso a las oportunidades, de allí el dominio innato de las nuevas tecnologías, con la debilidad de que muestran lagunas en expresión oral y escrita; me sorprende el hallazgo de que casi la mitad de elles pasan entre seis y diez horas en conexión y padecen el malestar de la inmediatez, mucho más llama mi atención el hecho de que tienden a desconfiar del sistema educativo tradicional, por eso cuestionan, se adaptan a nuevos entornos y se perciben con alta creatividad.
Estos días de Carmencita y de muches ‘Z's', convendría entender que su sala de juegos son las redes sociales, desde donde percibimos que se desbordan en solidaridad y sueñan con transformar el mundo. Carmencita me comenta que está leyendo El Principito en sus ratos libres, pero hay días que se siente agotada, y lee menos lo que le gusta y más textos ‘que dan pereza'.
El libro Generación Z da cuenta que quienes son de esa generación son cada vez son más globales, tecnológicos e interraciales. Eso debe haber sido materia de estudio para Mark Zuckerberg, empresario estadounidense, uno de los creadores y fundadores de Facebook y otras plataformas donde seguramente navega Carmencita.
De acuerdo, a la Unión Internacional de Telecomunicaciones más de 1,500 millones de niños y niñas se han conectado a Internet en lo que va de 2020, para realizar sus actividades escolares, entretenerse o socializar. Muchos menores se están conectando antes de lo que sus progenitores y responsables planeaban, sin las habilidades o conocimientos necesarios para protegerse. Es un hecho, nadie estaba con pre disposición al maremoto de las TICS en su furor. Me inquieta saber cómo se aborda este hecho desde las aulas y acudo a Edwin Fernández, educador popular salvadoreño quien reside en Panamá desde hace una década, y quien comparte la experiencia de un curso virtual. Asegura que, de un número de veinte niños y niñas, por lo menos quince afirman entre comentarios y bromas el deseo de volver al aula cuanto antes para encontrarse con sus compañeres, y cita a Erick, de nueve años, quien le confesó ‘Si yo pudiera cambiar algo para volver al aula, prometo que no molestaría a mis compañeritos, obedecería a todos mis maestros y me levantaría corriendo para llegar temprano'.
En estos tiempos de pandemia, urge nos preguntemos cómo se sienten los niños y niñas. Nelson Riquelme, sicólogo, docente panameño y autor del libro Educar con Ternura, responde a mi consulta en unas notas que me llegan por vía mensaje de celular en un archivo de Word, en medio de una ardua labor docente, dedica un espacio para señalar que es crucial que atendamos el estado emocional de los pequeños, porque elles no tienen un entendimiento exacto y racional de las razones del confinamiento y de los cuidados biomédicos que debemos extremar, por ello, urge que los padres, madres o cuidadores los entrenen, preferiblemente en forma de juegos.
Educar con ternura es relevante en estos momentos, podría parecer obvio, pero no lo es. De allí que exploro algunos principios de esta pedagogía, -y que sugiere Riquelme-, pueden ser un mecanismo para regular las delicadas interacciones: Entender los objetivos de conducta del niño o niña, sus emociones y los sentimientos que genera, ser tanto firmes como amables; evitar ser un ‘buen' padre o madre; es decir, complaciente que disciplina de manera inconsistente o de acuerdo a lo que siente en el momento; alentar la independencia, evitar preocuparse por lo que otros piensan, finalmente, no rendirse, recordando que el proceso de enseñanza de la disciplina positiva es arduo, escabroso y a veces lento, y requiere de todo el apoyo de la familia.
No debe ser fácil ser Z, ni en otro tiempo, ser niño o niña. Esa es mi reflexión mientras Carmencita juega Minecraft, se podría especular que, con más de un siglo del pensamiento crítico de Martí, respecto a la necesidad de no alejarnos del componente lúdico en los procesos educativos, se requiere problematizar en torno a la preocupación que él tuvo por la niñez, bajo la premisa de que esas generaciones no son el futuro, sino un presente que pareciera a veces pasa desapercibido en cuanto a las vulnerabilidades que atraviesan en su desarrollo. Después de todo, ninguna teoría sustenta que estudiar tiene que ser aburrid. Quizá sea necesario autoevaluarnos, ejercer la autocrítica. Debemos comprender que canibalizar a docentes no es parte de la solución, esperar que el gobierno brinde soluciones por sí solo, tampoco es el camino; mantener el estatus quo es caer en círculos viciosos de retaguardia, necesitamos una vanguardia educativa, una que se ajuste a las necesidades de nuestras niñeces, una educación que celebre la vida, que promueva la curiosidad de cada niño y niña, una educación que abra los horizontes de la creatividad y la felicidad en nuestras nuevas generaciones.
Empecemos por jugar con nuestres hijes, sobrines, nietes, hermanites; debemos escucharles, motivemos el deseo de descubrir. Tal vez no sea malo soñar, como reza la campaña del Colectivo Espavé en Panamá y algunos países de la región, imaginar que #otraeducacion esposible.