Dos momentos que marcaron el béisbol panameño

Roberto y Sandy Alomar Jr. de visita al Estadio Nacional y Sandy Alomar Jr. frente a Mariano Rivera
  • martes 24 de enero de 2023 - 12:00 AM

En la ciudad de Panamá sonaban los tambores de guerra, era el verano del año 1988 y la dictadura militar se encontraba en su periodo más conflictivo.

Meses después, el 30 de abril del mismo año, el General Manuel Antonio Noriega en un evento político en el Centro de Convenciones Atlapa, agitando un machete, le declara la guerra a los Estados Unidos de América.

En ese escenario llegaron dos invitados a nuestro país, los hermanos Roberto y Santos Alomar Jr., ambos hijos del ex grandes ligas Santos Alomar Sr. Los invitados fueron recibidos en el Estado Nacional Juan Demóstenes Arosemena, que volvía a ser la sede de grandes eventos deportivos. Los hermanos Alomar eran dos súper prospectos de la organización de los Padres de San Diego.

Ambos peloteros se encontraban en nuestro país, en unas clínicas de béisbol, por lo que en el área había gran cantidad de jóvenes, políticos, público y entrenadores; a todos se les permitió ingresar al terreno de juego con la intención de que pudieran recibir y escuchar las enseñanzas, además de compartir amenamente con los hermanos Alomar. Ambos eran estrellas del equipo Wichita Pilots, en 1987 y se encontraban a un paso de dar el salto a las ligas mayores.

Santos y Roberto Alomar le comentaron a un fanático con el que conversaban: ‘…Hemos tenido grandes sacrificios en las ligas menores, compartiendo cuarto con varios peloteros, haciendo nuestras propias comidas y recibiendo un salario mensual. Dios quiera, algún día podamos comprarnos un vehículo como el tuyo…'

Evidentemente ello cambiaría meses después y Santos Alomar Jr. logró jugar 20 temporadas en grandes ligas, ganando más de 28 millones de dólares y Roberto Alomar, jugó 17 años con más de 76 millones en salarios.

Los peloteros mantenían en su poder cartas de béisbol del equipo de ligas menores Wichita Pilots que los identificaban como ‘all star' y procedieron a firmarlas, repartiéndolas a los asistentes.

Ambos hermanos en 1988 subieron a las ligas mayores con los Padres de San Diego. El mayor, Sandy Alomar Jr. sólo participó ese año en un juego con un turno al bate, razón por la cual jocosamente se dice en estos casos que de a malas alcanzó a tomarse un café con el equipo grande. Ello en gran medida obedeció a que el receptor titular del equipo, era el grandioso boricua Benito Santiago.

En 1989, nuevamente fue llamado al equipo grande donde participó únicamente en 7 juegos siendo cambiado a los Indios de Cleveland para la temporada de 1990.

El hermano menor, Roberto Alomar, por su parte; a los 20 años cumplía funciones como titular de la segunda base de los Padres de San Diego teniendo un impacto inmediato por su bateo efectivo y su fildeo. En 1990 entró al equipo de estrellas de la Liga Nacional.

El cambio que llevó a Sandy Alomar Jr. a los Indios de Cleveland fue muy positivo, con ese equipo jugó entre 1990 al 2000, participando en 6 juegos de estrellas. Se caracterizó durante su carrera profesional por ser un excelente receptor defensivo que impactó en muchos jóvenes que estuvieron bajo su tutela, entre ellos el panameño Eynar Díaz, quien heredó la titularidad de la receptoría en el equipo de los Indios para la temporada de 2001. Díaz en diversas entrevistas reconoció el impacto que tuvo en su carrera profesional, compartir y observar el juego de Alomar Jr.

Roberto Alomar Jr., fue un jugador que desde su debut en las ligas mayores estaba llamado al estrellato. Fue a 12 juegos de estrellas consecutivos, bateó 300 de por vida, obtuvo 10 guantes de oro en la segunda base y fue la bujía para que los Azulejos de Toronto, obtuvieran sus únicos títulos de campeones de la Serie Mundial entre 1992 y 1993.

Es considerado uno de las mejores segundas bases de la historia por ser un bateador ambidextro, de líneas duras, con poder y de clutch, en los momentos más difíciles y comprometidos del juego. Fue elegido miembro del Salón de la Fama, en el año 2011.

Para el año de 1996, los Yankees de Nueva York iniciaban una de las grandes dinastías del béisbol de grandes ligas obteniendo cuatro anillos de campeones de la Serie Mundial, en el periodo (1996 – 2000). Nuestro compatriota, Mariano Rivera en el año 1997; se había convertido en el cerrador del equipo de los Yankees y todo indicaba, que ese año nuevamente participarían en la Serie Mundial.

Los Muros del Bronx disputaron la Serie Divisional de la Liga Americana con un poderoso equipo de los Indios de Cleveland y en el Juego 4 (los Indios) se encontraban a 4 outs de ser eliminados, perdiendo el encuentro 2 a 1. Sandy Alomar Jr le tocó el turno al bate y alcanzó un lanzamiento alto de Rivera Girón, enviándola a las gradas del jardín derecho empatando el juego. Los Yankees, fueron dejados en el terreno en el próximo episodio. Aquí aplicaría la máxima de los lanzadores cerradores; ‘tienen que tener una memoria corta y salir al día siguiente a lanzar, como si nada hubiese ocurrido'.

En el caso de Mariano Rivera, ello ocurrió, pero la siguiente temporada, es decir, el recordado año de 1998 donde nuevamente fueron campeones de la Serie Mundial y Rivera se consolidó como el mejor lanzador relevo de su generación.

Expertos en béisbol reconocen sin duda alguna que el turno al bate de Sandy Alomar Jr. frente a Mariano Rivera fue la cúspide de su carrera profesional, tomando en consideración que el porcentaje de carreras limpias de Rivera en postemporada fue de 0.70, con 110 ponches en 41.2 entradas y 11 rescates. Definitivamente fue un ‘turno al bate para la historia'.

Sandy Alomar Jr., hoy en día es considerado uno de los más efectivos entrenadores de jugadores en las ligas mayores, quien en repetidas ocasiones ha sido mencionado como candidato a director de varios equipos de grandes ligas; es parte de una de las llamadas dinastías del béisbol de las mayores, en donde padre e hijos, han alcanzado la más alta cúspide del profesionalismo.

Su paso por el estadio Juan Demóstenes Arosemena, el coloso de Cabo Verde, debe recordar a nuestras autoridades las proezas deportivas que ocurrieron en ese escenario y la necesidad de que una vez por todas se concluya con su rehabilitación y puesta en funcionamiento.

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