Los rostros de niños que se desvanecen en el ajetreo diario

Cada rostro, cada vida de un niño, niña o adolescente nos recuerda que debemos hacer más para que sus historias no se desvanezcan en el olvido
  • domingo 29 de septiembre de 2024 - 12:00 AM

Era una mañana calurosa en la Vía España, en el centro de la ciudad de Panamá. El sol, en su punto más alto, parecía derretir el pavimento bajo mis pies mientras descendía por uno de los puentes peatonales. El constante ir y venir de personas apresuradas, junto al ruido de los carros, creaban una sinfonía de sonidos que llenaban el aire.

De repente algo interrumpió mis pensamientos. En los últimos escalones del puente vi a una niña pequeña, no mayor de cuatro años, de pie, con un vasito transparente en sus manos que contenía algunas monedas. A su lado, una mujer que parecía ser su madre, estaba sentada en el suelo, observando con resignación a los transeúntes que pasaban.

La niña, con ojos llenos de inocencia y esperanza, miraba a quienes transitaban como si cada mirada fuera una oportunidad. Sin embargo, muchos preferían desviar la vista. Su vestido desgastado y su cabello desordenado sugerían una historia de dificultades, una realidad muy distante de la infancia despreocupada que muchos disfrutan.

A pesar de todo, me sonrió. Hice una pausa, atenta a la escena que se desplegaba ante mí. El tiempo continuaba su curso implacable. En cuestión de segundos revisé mis bolsillos y, como tantas veces, me percaté de que no llevaba dinero en efectivo. Al igual que otros, continué mi camino. Sin embargo, la imagen de esa niña y su madre permaneció conmigo, lo que impulsó mi promesa de regresar para conocer más sobre su historia.

Mientras avanzaba hacia mi destino, aquella niña a quien llamaré María para efectos de este relato, me llevó a formularme preguntas incómodas: ¿Por qué no estaba en la escuela? ¿Qué futuro le aguarda? ¿Era esa mujer su madre? ¿Acaso esto era parte de su rutina diaria? ¿El dinero que recogen les alcanza para comer? ¿Qué hacen cuando se enferma?

Estas interrogantes van más allá de lo retórico; son piezas claves de un rompecabezas que revela una dolorosa verdad global: millones de niños, como María, son privados de sus derechos básicos, volviéndose invisibles en la rutina cotidiana. Viven en las calles o en situaciones de extrema vulnerabilidad, donde la supervivencia es su lección diaria.

Como sociedad tendemos a encapsular estas historias en frías estadísticas. Hablamos de cientos de miles de niños en situación de calle y de familias atrapadas en la pobreza, pero detrás de cada número hay una vida, una historia no contada. María no es solo un rostro pasajero, es un símbolo de las múltiples infancias robadas que se esconden bajo puentes, en semáforos y en esquinas que preferimos ignorar.

Cruda realidad

Para comprender mejor esta situación, el folleto Panorama 2024 del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef, por sus siglas en inglés), producido en junio, señala que Panamá es el tercer país más desigual de América Latina. De una población de 1,232,585 niñas y niños, el 34% vive en pobreza multidimensional, lo que implica carencias en áreas esenciales para su bienestar.

De acuerdo con el informe, 1 de cada 6 niños y niñas menores de 5 años sufre desnutrición crónica, afectando su crecimiento y desarrollo. Como resultado, 1 de cada 5 niños y niñas entre 3 y 4 años no alcanza un desarrollo adecuado.

Además de los problemas de salud, enfrentan desafíos en el ámbito educativo: 4 de cada 10 niños y niñas de 4 años no asisten al preescolar, y 7 de cada 10 niños y niñas de 5 años tienen menos de 3 libros en casa, limitando su acceso a la lectura y al aprendizaje. Se estima que 120.000 niños, niñas y adolescentes de entre 4 y 20 años están fuera del sistema educativo.

Violencia contra los niños

Por otro lado, la violencia también afecta a niños, niñas y adolescentes. Un total de 386,916 reciben disciplina violenta, de los cuales el 45% tiene entre 1 y 14 años. Asimismo, 3 de cada 10 sufren castigo físico en el hogar; de estos, 29.000 niños y niñas experimentan castigo corporal severo. En cuanto a la violencia sexual, 7 de cada 10 casos reportados fueron contra un niño o niña, y de los mencionados, 9 de cada 10 fue contra una niña o adolescente mujer en el hogar.

Derechos tangibles

Los derechos humanos, especialmente los de los niños, niñas y adolescentes, no pueden quedar solo en papel; deben ser una realidad tangible. En muchos países, las políticas públicas no llegan a las familias más vulnerables, trayendo consecuencias significativas.

La historia de María y de tantos otros niños nos exige dejar de ser espectadores pasivos. Debemos preguntarnos: ¿Qué hacemos para que estos niños no sigan siendo solo cifras? ¿Cómo podemos trabajar juntos para asegurar que nuestros gobiernos cumplan con los compromisos de derechos humanos que han firmado?

Unicef y otras organizaciones internacionales luchan diariamente para proteger a estos niños, pero las políticas necesitan implementarse con urgencia. Las soluciones no son simples. El primer paso es visibilizar el problema. No basta con sentir compasión; debemos actuar.

Pasaron los días y mi promesa se desvaneció entre las obligaciones cotidianas que todos arrastramos. Cuando finalmente volví, ellas ya no estaban. ¿Tendré la oportunidad de verlas de nuevo? No lo sé.

Ese encuentro fugaz y la imagen de ellas permanecen grabados en mi mente. Son una constante invitación a reflexionar sobre cuántas historias similares no reciben la atención que merecen en nuestra sociedad. Cada rostro, cada vida nos recuerda que debemos hacer más para que estas historias no se desvanezcan en el olvido.

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