La otra realidad de quien te lleva el pedido a tu puerta
- lunes 27 de mayo de 2024 - 1:00 AM
Con el casco puesto, la mochila lista y chaleco de motorizado, se adentra en el laberinto de calles y avenidas panameñas; va navegando entre el tráfico y las averiadas calles de la ciudad.
Cada pedido es un nuevo destino, una nueva dirección que lo guiará a través de la ciudad. Su moto, es su transporte, su celular inteligente el mapa y la aplicación donde recibe los pedidos, su brújula.
Llega al restaurante, indica a la cajera el pedido y lo espera con paciencia. Son los únicos minutos del día, donde se tiene una pausa. Empaquetan el pedido, llaman por el número asignado y retiro el pedido. Mientras en la aplicación el estatus del pedido es actualizado, estoy abordando a mi fiel compañera, la moto. Nueva dirección de destino, el objetivo principal, el cliente. Un crítico de mi trabajo, que decidirá con valoraciones de estrellas en la app cual fue mi desempeño en la entrega. Si soy merecedor de propina o no. Y así, a lo largo del día, todos los días, el mismo proceso. Algunos, trabajo por 8 horas, otros, más. Hay días buenos y otros, no tanto.
La presión de cumplir con los tiempos de entrega y las expectativas de los clientes es constante. Cada pedido es una oportunidad para ganar un sustento, pero también un reto para mantenerse competitivo en un trabajo exigente, que no da tiempo a descansos.
El repartidor se enfrenta a varios desafíos en su día a día. ¿Habrá tráfico hoy?, ¿será que hoy llueve?, ¡Debo cuidar mi manejo y velocidad!, cada entrega es una carrera contra el reloj y una prueba de habilidad. Ser precavido de los huecos, charcos y el desordenado manejo de algunos conductores en las calles. Por otro lado, se ven casos, donde se hacen entregas en lugares peligrosos. Miran con atención a los lados y sus espaldas, siempre con la malicia de no perder ningún detalle y así evitarse alguna desgracia. ‘’Alguna que otra vez, me han intentado robar’’. Lo detalla, como si de un simple gaje del oficio se tratase.
Detrás de la agitada rutina de entregas, se esconde una lucha silenciosa por mejores condiciones laborales. ‘’Muchos, o la mayoría, somos migrantes, que buscamos el pan de manera honrada’’, aseveró un repartidor de comida.
En su momento, en su país natal, Venezuela, fue barbero y obrero. Por situaciones de la vida y problemas económicos y sociales en su país, hoy es repartidor de pedidos en Panamá. Sin vergüenza, ni pena, con esta labor come él y su familia. ‘’Hay días buenos, otros no tanto, pero con ello subsistimos y tendremos un mejor futuro’’.
El despertador suena a las 4:30 a.m.: inicia una nueva jornada para una repartidora de pedidos a domicilio.
Se levanta con energía, consciente del largo día que le espera en las calles. Después de alistar a sus hijos para la escuela, se prepara un rápido desayuno, se pone su uniforme y verifica que su mochila esté en condiciones para transportar los pedidos con cuidado.
A las 6:30 a.m. sale de su hogar y se sube a su moto, lista para enfrentar el acostumbrado tráfico matutino. Las calles están congestionadas, pero ella navega con habilidad entre los vehículos. Cada semáforo en rojo es una oportunidad para tomar un respiro y prepararse mentalmente para las próximas entregas.
A eso de las a las 8:15 a.m., comienzan las primeras entregas. La repartidora recibe su primer pedido a través de la aplicación. Con una sonrisa, verifica la dirección y se dirige al restaurante correspondiente. Allí, recoge el pedido y lo coloca cuidadosamente en su mochila térmica. Mientras conduce hacia el destino, se imagina la alegría que traerá el desayuno a la persona que lo espera. Primera entrega realizada.
A lo largo de la mañana, la mujer repartidora realiza múltiples entregas en diferentes puntos de la ciudad. Cada vez que se detiene frente a un edificio o una casa, siente la mirada de los conductores y peatones sobre ella. Algunos la observan con curiosidad, mientras que otros la saludan con una sonrisa de apoyo. Ella se mantiene enfocada en su trabajo, consciente de que su presencia en las calles, repartiendo pedidos, conlleva un estereotipo de género.
A las 11:00 a.m., la mujer repartidora hace una pausa muy corta para almorzar. Es consciente que las horas de almuerzo de los clientes, son una hora movida y con oportunidad de más ingresos. Se detiene en un parque cercano, donde se sienta en un banco a disfrutar de su comida. Mientras come, observa a las personas a su alrededor y reflexiona sobre su jornada hasta el momento. Se vienen horas movidas.
Por la tarde, el clima se vuelve más inestable. Las nubes manchan el cielo, amenazan con descargar una tormenta. La mujer repartidora se prepara para lo peor, colocándose un impermeable sobre su uniforme. Cuando la lluvia comienza a caer, ella continúa con su trabajo, manejando con aún más precaución y siempre tratando de entregar los pedidos a tiempo, sin importar las condiciones climáticas.
Alrededor de las 7:00 p.m., la repartidora completa su última entrega del día. Cansada pero satisfecha, se dirige de vuelta a su hogar. En el camino, reflexiona sobre los logros y desafíos del día. Sabe que su trabajo no es fácil. Al llegar a su destino, se quita el casco y se permite una sonrisa de satisfacción. Mañana será otro día, pero ella está lista para enfrentarlo con la misma determinación y valentía que la han caracterizado hasta ahora.