La ahorrista
- domingo 28 de julio de 2019 - 12:00 AM
La señora Alicia, creo escuché se llamaba, llegó a una de las sucursales del banco de la familia panameña. Se dirigió a la caja de jubilados, y le dijo al cajero con voz un tanto trémula, pero entendible: ‘Vengo a depositar mis ahorros de martinellis, son ochenta balboas. A un lado de ella, un adolescente, con alforja en mano, sostenía el eventual depósito. Dos o tres cuentahabientes que seguíamos en la fila, veíamos el curioso (de los múltiples) episodios en los que las polémicas monedas envuelven la sociedad panameña.
El cajero le extendió una decena de papeletas alargadas y de rayas azules en las que aparecían impresas las denominaciones de dinero a depositar, partiendo de un centavo hasta un tope de $25.00. Tras esto, dijo a la depositante: ‘Debe colocar 20 monedas en cada una de las hojas, yo las recibo y las incluyo en sus ahorros. Doña Alicia miró su alforja en tanto su acompañante le dio a la ahorrista un toquecito de certeza, cerrando el puño derecho y lo movió a manera de satisfacción. Se fueron de vuelta a casa. Allá, pensé, tendrá mas comodidad y ayuda para meter sus monedas en el estrecho papel que advierte en mayúscula cerrada: ‘ESTE PAQUETE CONTIENE MONEDA DE LA REPÚBLICA DE PANAMÄ O DE LOS ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA'.
Aquello pasó a mediados de junio de este año. Ese día, en la estación del tren de El Ingenio, dos mujeres, visiblemente desesperadas frente a la máquina de recarga, se me acercaron para que les hiciera el favor, parecía súplica, de cambiarle al menos una moneda Martinelli por un dólar. —Lo lamento, les dije, el que tengo lo ha rechazado se veía viejo, además desvencijado…. Su estética cuestionable).
Tras salir el tren, tomé un taxi. No hice comentarios al conductor anónimo sobre las vivencias del día en relación a la ya histórica —para mal o para bien— moneda. Cuando le fui a pagar, me dijo: ‘Si tiene martinellis, las recibo'. El tenía un saquito de tela y me mostraba una veintena de monedas. ‘Ese es mi ahorro favorito', comentó. Entonces, me dio el vuelto, dos dólares en buen estado.
Ha transcurrido mas de un mes de aquellas experiencias con los personajes ahorristas y las desesperadas usuarias del tren, quienes, lo más seguro, no entienden los temas de señoreaje, acuñación y de política monetaria que muestra la cuestión.
Hoy, con el arranque del ‘buen gobierno' (un eslogan atrevido y riesgoso en política), los titulares nos regresan a otro capítulo sobre el tema: El ministro Alexander afirmó que no hay planes de seguir acuñando más monedas de un balboa.
La noticia, recogida por medios televisivos, radio y prensa escrita, se basó en un mensaje hecho público por el titular de Economía y Finanzas a través de su cuenta en Twitter. Las respuestas de los tuiteros, una verdadera exclamación de júbilo por el regreso del billete verde, tuvo una interpelación, tan concreta como lógica, de una ciudadana: -Pero, ¿cuándo se acabarán los $100 millones que están en la calle?
Las monedas entraron al mercado nacional en 2014, durante el gobierno de Ricardo Martinelli. Una campaña publicitaria sirvió para mostrar su presunta superioridad frente al papel moneda: ‘se destaca su durabilidad (¡veinticinco años!), son reciclables y menos contaminantes'. Además, para sepultar cualquier duda sobre la iniciativa económica, se recordaba al usuario simpatizante del papel con la efigie de George Washington que este ‘solo duraba seis meses'.