La fiesta colonial en Panamá

Esta última es una de las fiestas que cobra vida en el Panamá colonial
  • lunes 21 de octubre de 2019 - 12:00 AM

Cuando los conquistadores españoles arribaron a tierras americanas trajeron consigo su cultura en la que se incluyen las fiestas que se realizaban en casi todo el año. Hay que destacar, sin embargo, que estas fiestas muchas veces estaban cargadas de ceremonias religiosas. Además, estas fiestas podían durar casi una semana y podían ser públicas y privadas en las que participaba gente de estratos bajos hasta de la alta sociedad. Estas fiestas cumplían una función social: sobrellevar momentos difíciles o fiestas de enlaces matrimoniales. Como lo señala Ángel López Cantos, ‘Las fiestas, las diversiones, los juegos, en una palabra, lo lúdico, ayudaron a sobrellevar las extenuantes cargas, que la sociedad le había asignado por fuerza. Sin ellos su existir hubiese sido gris y no menos enojoso'. (p.18) Hay un rasgo particular que distingue a las celebraciones en el Istmo de Panamá: la música, baile o la gastronomía, elementos estos que hoy constituyen nuestro patrimonio cultural como el tamborito y los carnavales y el Corpus Christi.

Esta última es una de las fiestas que cobra vida en el Panamá colonial. De herencia andaluza y que tomó características propias en la ciudad colonial se mezcló con otras manifestaciones étnicas del negro e indígena que le dieron un sello particular con respecto a otras regiones de América Latina en cuanto a la música y al baile, principalmente en las celebraciones espirituales expresados a través de cantos gregorianos entonados por sacerdotes y soldados; en cambio la música ‘de ocasión' se caracterizaba por la improvisación. ‘No obstante y, a pesar de todos los obstáculos que el individuo tuvo que eludir, fue quien mejor parado salió, pues encontró en las diversiones y pasatiempos, compañeros puntuales y perseverantes que le ayudarían en sus muchos momentos de desánimo y desesperanza'. (p.18)

Dentro de las fiestas existen elementos característicos como la música, comida o bebida, que podemos encontrar en todas las celebraciones, aunque con algunos toques de variación, pero que tan solo están hechos para cumplir la función de dar el carácter del lugar en que estas manifestaciones se realizan; muchas de las cuales han perdurado por mucho tiempo conformando lo que hoy es parte de nuestra cultura nacional.

También se destacan, dentro de los elementos, las invitaciones, participaciones, convites, altares ricamente adornados (en las fiestas civiles serán tablados o estrados), música y danzas, representaciones dramáticas alusivas a la situación festiva, fuegos artificiales, iluminaciones, procesión por las calles y plazas de la ciudad (en las fiestas civiles: ‘paseos'), repiques de campanas: para marcar el inicio y el fin de la fiesta. Todos elementos de la fiesta barroca fueron cambiando con el tiempo con matices propios de cada región y asumieron un sello pagano religioso.

Tal es el caso de la fiesta del Corpus Christi cuyo origen se remonta a la celebración de la victoria del poder de la hostia consagrada en la que se ‘supone' la presencia divina. Al igual que con el rey ausente, la hostia (en su custodia) es símbolo de ‘lo que no se ve', pero en lo que, igualmente, se cree y ante cuya representación, los vasallos expresan su fidelidad. Este paralelismo permite evidenciar la compleja trama de relaciones que se establecía entre el ámbito de lo cívico/político y lo religioso desde la cultura central hasta las colonias como en el Panamá colonial donde esta religiosa permaneció hasta nuestro días y ha adquirido mucho colorido en La Villa de Los Santos y en el distrito de Parita, en la provincia de Herrera.

No obstante, el aparato festivo, civil o religioso constituían mecanismos de autocelebración y propaganda del poder real y divino, y en la época colonial era un espacio privilegiado para desplegar las estrategias de legitimación y control necesarias para mantener la sumisión y fidelidad de estratos bajos.

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