El Panamá de ayer y hoy: Independencia o Estado mediatizado (II parte)
- lunes 11 de noviembre de 2024 - 12:00 AM
Los liberales salieron del parque de Santa Ana hacia la armería, y, como si se tratara de una tormenta inesperada, lograron la independencia con el apoyo de Estados Unidos, enemigos acérrimos de los liberales y aliados históricos del Partido Conservador.
Aquel 3 de noviembre, el presidente del Consejo Municipal, Demetrio H. Brid, declaró la independencia, siendo reconocido como el primer presidente de facto del 3 al 4 de noviembre. La trilogía de la traición de Estados Unidos se manifiesta en los siguientes movimientos: como en un juego de ajedrez, tras haber traicionado a Panamá en el siglo XIX, Estados Unidos decide apoyar la independencia panameña, movilizando su flota de guerra y desembarcando en Colón y en la ciudad de Panamá para respaldar a los panameños y traicionar a Colombia.
Por otro lado, con una mirada serena y aguda, observamos la última jugada de los Estados Unidos: la Junta Provisional nombró al fracasado ingeniero francés Philippe Bunau-Varilla como ministro plenipotenciario y negociador del tratado para el nuevo canal. Como bien escribió Ernesto Castillero Pimentel, este nombramiento “se presenta como una de las mayores pruebas de imprevisión de los próceres” (Panamá y los Estados Unidos, 1903-1953, p. 19).
Esta decisión, torpe y precipitada, dejó a Panamá sin representación adecuada, ya que Bunau-Varilla partió solo hacia Estados Unidos mientras un grupo de asesores panameños permanecía en la ciudad. Allí negoció el Tratado del Canal con el Departamento de Estado, robando así nuestra soberanía.
Consumado el Tratado Hay-Bunau-Varilla, Panamá quedó convertido en un Estado mediatizado, sujeto al capricho de Estados Unidos, que se arrogó el derecho de intervenir y dejó a la nueva nación marcada por la desigualdad social.
La influencia de Bunau-Varilla y su capacidad de persuasión sobre figuras como José Domingo De Obaldía, José Agustín Arango, Constantino Arosemena, Federico Boyd, Nicanor de Obarrio, Tomás Arias y Manuel Amador Guerrero, se resumen en palabras de Castillero: “al éxito de los arreglos que él realizó en Washington” (Castillero, p. 20). Después de esto, sobran las palabras.
El nacimiento de la República de Panamá ha sido idealizado, negando la existencia de conflictos armados. Los teóricos de la “Patria Boba” legitiman esta versión, argumentando que todo acontecimiento desde la colonia se vivió en armonía y paz social. Sin embargo, olvidan las luchas entre liberales y conservadores, como en el caso de Pedro Prestán, donde los cánticos de guerra iban acompañados de esperanzas patrióticas. Mientras los conservadores enarbolaban la bandera azul y los liberales la roja, Esther María Oses describía poéticamente el sentimiento patrio: “Tal vez, bajo la herida tierra, / al pie del árbol Panamá / se encierra en este grito que yo la nombro”.
Los teóricos de la “Patria Boba” ocultan nuestra historia de rebeldía y niegan que surgimos como una República atada. Los miembros del Partido Conservador y los diplomáticos norteamericanos, como escriben Celestino Araúz y Patricia Pizzurno, “se mostraron interesados en suprimir el Ministerio de Guerra y Marina y disolver el Ejército Nacional” (Estudio sobre el Panamá Republicano, 1903-1989, p. 37).
En este contexto, al celebrar las efemérides patrias, el panameño debe reflexionar sobre su historia y construir su propio futuro. Como lo expresó Ricardo Miró: “La patria es el recuerdo... Pedazos de la vida envueltos en jirones de amor o de dolor”. No debemos ver en estas palabras una versión pesimista de nuestro Panamá, sino una invitación a recordar y aprender.
Recordemos los escritos de Eusebio A. Morales, Ernesto T. Lefevre y Belisario Porras. Este último, exiliado tras ser sometido a un Consejo de Guerra en Veraguas bajo el mando del general liberal Benjamín Herrera, escapó de prisión y se trasladó a Centroamérica, desde donde siguió de cerca los acontecimientos en el Istmo.
Al iniciarse las negociaciones del Tratado Herrán, se opuso rotundamente a su aprobación. En el periódico El Constitucional de El Salvador, el 18 de julio de 1903, advirtió: “El Tratado Herrán-Hay no limita las ambiciones de los norteamericanos; abre las puertas por completo a la dominación norteamericana. De aprobarse, el Tratado Herrán-Hay será, en pocas palabras, la venta del Istmo”.
Es fundamental que los panameños mantengamos viva la memoria de quienes, como Belisario Porras, advirtieron sobre las implicaciones de entregar nuestra soberanía y luchar por un Panamá verdaderamente libre.
Las palabras de Porras resuenan aún hoy como un recordatorio de los peligros de una independencia incompleta y de las concesiones hechas a intereses extranjeros. La historia nos ha mostrado que solo al reconocer y aprender de nuestro pasado podemos evitar repetir los errores que han limitado nuestro desarrollo como nación.
Para construir un futuro próspero y autónomo, Panamá debe recordar y honrar las luchas de sus antepasados y fortalecer su identidad nacional. La unidad de nuestro pueblo y la conciencia de nuestras raíces se convierten, así, en la mejor defensa contra cualquier intento de dominación externa.