El manejo de conflictos en los centros escolares
- sábado 06 de diciembre de 2025 - 4:05 PM
El manejo de tensiones y conflictos en los centros educativos se ha convertido, en esta época, en un tema de creciente preocupación para nosotros los docentes, padres de familias, investigadores y autoridades. Con ello no pretendemos echarle la culpa a alguien. Este problema que contrasta con épocas pasadas, cuando prevalecía un mayor respeto hacia los docentes y las autoridades escolares, constituye una manifestación compleja de dinámicas sociales, familiares e institucionales que se reproducen dentro del espacio escolar.
Su impacto no solo afecta el clima de convivencia y el aprendizaje, sino que también deja huellas profundas en el desarrollo emocional, cognitivo y social de los estudiantes involucrados. Lo más importante es comprender sus causas, expresiones y posibles soluciones resulta fundamental para construir ambientes educativos seguros, sanos y propicios para el desarrollo integral.
Los conflictos estudiantiles pueden entenderse como un conjunto de comportamientos agresivos —físicos, verbales, psicológicos o simbólicos— que ocurren entre estudiantes o entre estos y otros actores de la comunidad escolar. Entre sus manifestaciones más comunes se encuentran el acoso escolar (bullying), el irrespeto hacia los docentes, las agresiones físicas, la exclusión social, las amenazas, la discriminación social y étnica y, en los últimos años, el ciberacoso, amplificado por el uso masivo de redes sociales. Cada una de estas expresiones evidencia relaciones de poder desiguales y modos de socialización influenciados por factores externos al entorno escolar.
Entre las causas más frecuentes pueden destacarse los cambios en las dinámicas familiares. El paternalismo excesivo de algunos padres. Como experiencia he visto la sobreprotección de sus hijos sin causa justificada. Una mala calificación o llamado de atención es asumida por los padres de familia con un grado de malestar y que contrasta con una diferencia con la conducta de las generaciones anteriores donde existía mayor disciplina y límites claros.
A ello se suman problemas sociofamiliares como la falta de supervisión parental, los conflictos intrafamiliares, la desintegración del núcleo familiar, donde faltan los padres, lo que genera la ausencia de competencias emocionales en los estudiantes, que reproducen en los centros educativos lo que viven en casa, convirtiendo las conductas agresivas en un mecanismo de defensa o en una forma de interacción negativa aprendida.
La pregunta es: ¿Es posible estereotipar como mal estudiante, el que vive en una familia fracturada y en un ambiente social donde reine la delincuencia? Es muy duro, ese joven no tiene salida solo bajo una autodisciplina y ayuda. La marginalidad es el elemento que lo lleva a la soledad existencial y al fracaso. Además, de los modelos parasitarios que inyectan rabia a la sociedad la música o lo que hoy llaman música que es una afrenta insólita a los valores familiares mediante la vulgaridad.
Es importante desarrollar la necesidad de los centros educativos con la participación de los padres de familia y formular normas de convivencia claras, acompañamiento pedagógico efectivo, supervisión adecuada y programas socioemocionales integrales que atiendan mayores niveles de conflictos. Integrar capacitación en resolución de conflictos y la limitada coordinación entre la escuela y la comunidad son elementos que debilitan la capacidad institucional para prevenir y atender oportunamente estas situaciones. Además, crear en cada escuela espacios recreativos que puedan incrementar la tensión y los roces entre los estudiantes. La institución educativa, por su parte, se ve afectada por el deterioro del clima escolar, la disminución de la confianza entre estudiantes y docentes y el debilitamiento de los procesos de enseñanza-aprendizaje.
Frente a este panorama, la intervención debe orientarse hacia estrategias integrales y sostenibles. En primer lugar, es necesario fortalecer las políticas de convivencia escolar que incluyan protocolos claros para la identificación, denuncia y atención de situaciones conflictivas.
Ante esta problemática sugerimos la interacción sana entre factores personales, familiares, escolares y socioculturales. Solo mediante políticas preventivas, un enfoque pedagógico centrado en la convivencia y la participación colaborativa de todos los actores será posible construir ambientes escolares seguros, inclusivos y propicios para el desarrollo integral de los estudiantes.
Hoy aparece en el ámbito escolar la Escuela para Padres, la cual considero que es una opción adecuada y la cual atrae al padre de familia distanciado del colegio. Se une al padre interesado, y el alumno se coloca más cerca de la vigilancia académica.
El docente expone al padre y el padre corrige, y el buen estudiante recibe el premio de su esfuerzo. En este ambiente escolar, el padre - estoy seguro- podrá conocer lo bien portado o lo indisciplinado que es su hijo. No se tome como forma de ajusticiar al joven, será el posible cambio a una escuela donde los elementos actuantes cooperen entre un grupo bien compactado.