
- miércoles 08 de enero de 2020 - 12:00 AM
Los mozalbetes provenientes de los barrios populares que asistían a clases en el Instituto Nacional, encauzaban sus estudios en un ambiente de irritable hostilidad de parte de la policía zoneíta. No podían cruzar las calles y regocijarse de la playa de Farfán o tumbar un mango de un árbol plantado en nuestra tierra. Ni extasiar la mirada en el verano donde se encuentra el edificio de la administración del Canal. Le eran ajenos los paseos de los domingos por La Boca y la subida al cerro Ancón.
Los intelectuales convergían en una notable negación de la presencia estadounidense o en una dicotomía entre esperar que la realidad cambiara. Es una de las más serias contradicciones que se puede apreciar en José Isaac Fábrega en su novela Crisol. Un soñar con una reconciliación imposible, la cual por los hechos reales de la lucha anticolonial se desborda en la literatura con Luna Verde (1951) y Gamboa Rood Gand (1960) de Joaquín Beleño. Esta última narra la historia de un reo inteligente que cae en las cárceles de la antigua Zona del Canal: ‘Sparrow Man' o el ‘Prisionero 33' que es un personaje que es condenado a vivir en el encierro y sufrir los rigores del trabajo duro para sobrevivir en esas cárceles zoneitas de la época.
Proseguida del infame desarme de la policía en 1916. El bello país que ambicionaron los panameños en 1903, se consumía por las órdenes del gobernador de la zona que daba gritos y golpeaba el escritorio mandando sobre la potestad soberana de los presidentes panameños y violando todas las normas de convivencia. Era un país que vivía la lucha partidaria de la incapacidad de sus gobernantes que corrían a pedir la supervisión y el conteo en los procesos electorales.
Un país de un parto forzado por la conveniencia de un francés traidor y la ambición colonial del secretario de Estado un tal llamado Hay. Un pueblo que ardía entre la miseria que delató Demetrio Herrera Sevillano en su poema cuartos: ‘cuartos donde no entra el sol que el sol es aristocrático'. El mártir era el pueblo y donde la sola diversión se veía atormentada, en especial en los carnavales cuando las tropas yanquis chocaban con las comparsas y se generaban las trifulcas.
La coerción de la imposición imperial agredía la sociedad panameña. En tanto y prueba de ello, el surco sembrado por voraz odio, hizo el diletante y cada vez más la ascendente rebeldía social. Aquí venimos a analizar los hechos de la juventud, si esa juventud olvidada. Hoy es el mejor instante para recordar a José Manuel Quiros y Quiros, Carlos Iván Zúñiga, Humberto Ricord, Adolfo Benedetti, Isaías García, César Quintero, Ricardo J. Bermúdez, Enrique Illueca, Federico Velásquez y otros más.
La juventud de travesuras y mocedades a la que escribiera Alfredo Cantón en su obra: Juventudes Exhaustas. Y que ellas abrevaran en las obras de José Ingenieros y Rogelio Sinán. Esa juventud y esa sociedad que describe el patriota David Acosta en su obra: Influencia Decisiva de la Opinión Pública en el Rechazo del Convenio Filo-Hines de 1947. Sensibilidad social y recato de hechos olvidadizos y recuerdos que fueron guardados en un sentido de profunda soledad. Invoca David Acosta esos hechos al escribir lo siguiente: ‘la presencia de esas tropas en nuestro territorio, para la mujer panameña significó siempre un atentado a su pudor y a su dignidad. Era azaz humillante oír el grito estentóreo ‘del lumpen' cuando anunciaba a voz en cuello: Llegó la marinara. En tanto que las hetairas y los proxenetas …dedicados al vicio y a la prostitución acogían con alborozo ese aviso', (Acosta p. 54). Esa era la trasgresión irreverente y el saldo cruel del legado del imperio en las calles y los barrios pobres. Los uniformados le robaban su dignidad con malicia a un pueblo fatigado de una prosperidad ficticia, al punto de parecer hordas salvajes que en frenesí quería devorar con la lujuria.
La vergonzante presencia según Acosta que: ‘las madres humildes de nuestro pueblo tenían que mantener encerradas a sus hijas en sus casas vigilantes y temerosas por lo que pudiera ocurrirles si salían a la calle o lo que podrían sufrir al regresar de sus colegios', (Acosta p. 54). El recato de las camarillas de los dueños del comercio se convirtió luego en protesta contra los estudiantes. Los dólares que dejaban en sus bares y tiendas les hacían recular la denuncia patriótica. A los aguiluchos y normalistas Blas Bloise, Laurentino Gudiño, o la Vanguardia cocl A esa realidad se avistaba la discusión de un Tratado de bases militares.
El joven Acosta y su colectivo se encontraba en una disyuntiva en cuanto al avance de la discusión y pronta aprobación del Tratado. A esa realidad se avistaba la discusión de un Tratado de bases militares. Significativo para David Acosta que reunió compañeros y establecieron la línea de combate. Convergieron en realizar una gran concentración. David Acosta apostaba por asambleas generales en los colegios y explicar los motivos de la oposición que pronto se puso en ejecución.