Cuando los dragones se quedaron sin fuego [Cuento]
- sábado 06 de mayo de 2023 - 12:00 AM
Hace mucho tiempo, la tierra estaba llena de dragones. Ellos tenían aterrados a los demás animales. Los dragones no eran tan malos, pero tenían pésimos modales.
Para comenzar, no se lavaban los dientes para que no se les apagara el fuego que mantenían encendido en sus descomunales bocas. Además, cuando bostezaban se les sentía un tan mal olor, que los demás animales optaban por mantenerse a distancia.
No sabían conversar sin lanzar grandes bocanadas de fuego y humo y cuando reían lo hacían tan estruendosamente que levantaban toda una humareda que amenazaba con prender el bosque.
Se alimentaban de su propia comida rápida que asaban en la parrilla de sus afilados dientes. Los dragones eran tan verdadera amenaza ecológica.
Un buen día, las iguanas decidieron dar una lección a sus primos hermanos los dragones. Se proponían extinguir el fuego de sus bocas, pues habían provocado muchos incendios forestales en los que habían muerto muchos animales. Y qué decir de la contaminación del medio ambiente. Había que dar una lección a los indomables dragones.
Las iguanas, primas hermanas de los dragones, siempre habían sido muy queridas y respetadas en el bosque. Su estilo de vida no molestaba a nadie y por lo general se mostraban amistosas y amantes de la paz. Tenían muy buenos modales.
Ellas, preocupadas por la situación, organizaron una gran fiesta a la que fueron invitados los animales del bosque, inclusive los dragones.
Estos últimos asistieron convencidos, por las astutas iguanas, de que sería una gran fiesta muy divertida. Prepararon su fuego, dispuestos a hacer un gran despliegue pirotécnico.
Durante la fiesta y al momento del brindis, los dragones no aceptaron ninguna bebida pues sabían bien que esta apagaría su terrible fuego.
Las iguanas no se dieron por vencidas, y les ofrecieron agua de pipa, pero los dragones no cayeron en la trampa y siguieron esperando que se les ofreciera algo digno de ellos.
Los demás animales comenzaron a temer que el hambre de los dragones aumentara, y así algunos de ellos terminarían carbonizados en la boca de estos hambrientos animales.
Por casualidad, pasaba por el lugar de la cena una golosa iguanita con una tajada de sandía. Los dragones al ver el color rojo de la fruta, quisieron probarla pues no conocían semejante fruta. La iguanita se ofreció a llevarlos a una huerta donde había cientos de sandías.
Desde ese momento se volvieron aficionados a la sandía que es una de las frutas más jugosas que existen.
Así fue cómo, por golosos, los dragones extinguieron su fuego y se hicieron vegetarianos como las iguanas.
Sobre la autora
Irene Delgado estudió en París. Se especializó en Literatura Francesa e Inglesa. Ejerció la docencia en la Universidad de Panamá por treinta años. Actualmente dirige la Academia Panameña de Literatura Infantil y Juvenil. Ha publicado varias obras para niños, sobre animales, personajes históricos y lugares remotos. La pintura y la danza también forman parte de su mundo creativo. ‘Creo en el poder de las palabras, en la magia de las formas y colores de los libros ilustrados'.