La carreta de Chago

Con sus campanitas y litros de vidrio con leche, irrumpiría en las calles de Santiago
  • miércoles 01 de junio de 2022 - 12:00 AM

La maestra Odey mostró el cepillo de dientes a Ludita, quien se despedía de su cándido sueño aquella mañana de 1959. Aquello de poner pasta Colgate en los dientes era un privilegio en los modestos presupuestos familiares de una década de revoluciones sociales. En pocos minutos, la carreta de Chago con tilín-tilín de campanitas y litros de vidrio con leche, irrumpiría en las descansadas calles de La Tronosa, Calle Primera y Avenida Sur de Santiago de Veraguas. Y los chiquillos, ¡felices…!

La carreta parecía menuda cuando sus llantas rodaban por calles con baches y ondulaciones caprichosas de un asfalto ligero, casi movedizo. Chago, su conductor, pequeño y alegrón, vestía con sombrero, capote y botas de caucho matizados por la llovizna y primeras luces de la mañana. Era el Santiago en que los mitos había que respetarlos.

Las botellas, de un vidrio grueso y con tapitas de cartón que encajaban en su boca, eran colocadas sobre cajas de metal para su mercadeo matinal. Salían llenas tras una labor acuciosa y aséptica de ordeño en la finca Santa Inés, en la vía que conduce a Montijo y a sus espléndidos golfo e isla de Coiba.

Pocos chicos podían disfrutar de lo que se hacía dentro de una vaquería de ordeño. Y quienes lo logramos, nos dio el placer de contarlo -como un tema desconocido- a los compañeritos de la escuela o también hacer dibujos de caballos y terneros en la clase de Artística.

Martita (Fábrega), protagonistas de esas vivencias que compartió con su abuelo Luis, trae de su memoria esas experiencias. ‘Él y mi padre (César) llegaban a las cinco de la mañana a la finca. Supervisaban el ordeño. De niña, la veces que fui, me sorprendía aquella limpieza en la galera de ordeño. Las vacas eran traídas del corral, cada vaca entraba a su chute. Entonces, se lavaba la ubre de manera manual'.

En una cuarto, de una limpieza minuciosa, de esmero, eran llenadas las botellas, además, delantal y botas de caucho. Las cajas de metal, conteniendo los envases, eran colocadas a lo alto para prevenir contagios o contacto con la superficie... Así lo recuerda.

A Chago no le faltaban las persecuciones peligrosas de los chiquillos intentando subirse a la carreta -que jalaba un caballo voluntarioso, de estirpe criolla y pelaje gris-. Y es que el fin de aquel no era pasear gente, sino vender su mercancía. No pocos se fueron de bruces (la costala, era el término) en su fallido intento de pasear sin permiso del cochero.

Y así transcurrían las jornadas matutinas del personaje y su carreta. Y mientras el humeante café esperaba la leche, se escuchaban las noticias internacionales por RPC radio. ‘Este es un momento decisivo de nuestra historia', dijo el comandante rebelde Fidel Castro al dirigirse al pueblo cubano en su discurso del triunfo de la revolución en Cuba. Y agregó: ‘La tiranía ha sido derrotada...'.

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