El calvario de los sobrevivientes
- miércoles 26 de septiembre de 2018 - 12:00 AM
VIACRUCIS
Pedro Fernando Montañez Torres, es uno de los mil 600 sobrevivientes del jarabe envenenado. No tiene tapujos en la boca y, cada vez que puede, cuestiona la injusticia que se ha cometido con los sobrevivientes. En su casa, ubicada en Los Andes N° 2, San Miguelito, tiene un museo de papeles y recortes de periódicos sobre el caso del envenenamiento masivo. Se moviliza sosteniéndose con un bastón. Dice que el veneno afectó su pierna derecha. Sus dos nietos, su hija, su esposa también son sobrevivientes, pero su madre, murió a causa del jarabe envenenado. Trabajó en la CSS como escolta, conductor y secretario del exdirector, Juan Jované .
‘Yo me contagié cuando mi nieto se enfermó y estuvo 28 días hospitalizado y le recetaron el expectorante sin azúcar. Yo me tomé un frasco y mis nietos también. Todavía, el 6 de octubre, se estaba recetando el medicamento. La mamá del niño también tomó cuando le daba pecho a su bebé. Un simple resfriado, pero se fue empeorando, no podía respirar y lo entubaron. Mi hija compró el medicamento en una farmacia. El niño ahora tiene 12 años y le quedaron secuelas, se le hinchan los pies cuando juega y sufre de neuropatía [enfermedad del sistema nervioso] por culpa del tóxico. Cuando tomé ese jarabe sentí como un fuego interno, ¿pero qué clase de jarabe ese ese?, me preguntaba. A mi esposa Aida le dio más fuerte. Cuando yo me enteré que lo que había tomado era un jarabe envenenado y estaba provocando tantas muertes, yo quería matar a los que nos provocaron eso. El 6 de octubre me había dado un faracho y fuimos al cuarto de urgencias del hospital. Había muchos periodistas, algo raro estaba ocurriendo. Me metieron en un cuarto crítico y vi muchos muertos en ese lugar. Había un doctor que jugaba con sus dedos nerviosamente como si le preocupara algo y le pregunté qué pasaba. Una enfermera usaba una máscara. Me llevaron al cuarto piso y un señor me dijo que yo traía la vaina. ¿Qué?", le dije.‘La peste', me contestó. "Y me dejaron allí. Entonces llegó una señora y me dijo había muchos muertos. Ella sacó al papá del hospital. Estando allí llegaron unos norteamericanos y me sacaron sangre. Y nunca me dieron esos resultados.
‘El veneno dañó mis huesos'.
Inés Torres tiene 70 años. La encontré sentada en la sala del Centro de Toxicolo gía de la Caja de Seguro Social, en calle 17, Santa Ana. Estaba sola y esperaba que le entregaran unas medicinas. Cargaba un bastón negro para caminar.
‘A mí me dio resfriado y los médicos me dieron dos frascos del jarabe. Yo me tomé un frasco. Me empezaron a hablar que las personas que tomaron eso se estaban envenenando y abrí los frascos que me quedaban y los vacié. Decían que uno tenía que ir a un lugar y yo no fui. No participé en nada. Pero de un tiempo para acá yo venía sintiendo algo raro en mi cuerpo y fui a la clínica a ver qué me estaba sucediendo. Sentía dolores en todos los huesos. Yo era una mujer muy activa. Las rodillas y las piernas las sentía de trapo, sentía desgano. Desde entonces me han estado haciendo exámenes y todavía no me han dado ningún resultado. El veneno dañó mis huesos, porque yo era una mujer muy activa, ahora, para poder caminar y no caerme, dependo de un bastón porque las dos piernas me molestan. En la parte psicológica me afectó en el sentido de que pude haber muerto y soy sobreviviente.
'Quedé ciega a raíz del veneno'
Fredesvinda de Muñoz, de 62 años, reside en el corregimiento de Pedregal. Tiene dos hijos. Laboró por 32 años en la Caja de Ahorros. Está pensionada. La encontré sentada en el Centro de Toxicología, ella esperaba una medicina. Tenía lentes oscuros, pues a causa del envenenamiento quedó ciega.
‘Yo estaba con una tos persistente. En ese tiempo yo trabajaba en el Registro Público. Fui a la Policlínica Carlos Brin y allí el doctor me recetó el expectorante sin azúcar, me mandó dos frasquitos. Yo lo comencé a tomar y empecé a sentir un ardor en el estómago, pero yo no le paré bola porque pensé que era el componente del medicamento. Me tomé un frasco y medio del otro. Cuando escuché que había un jarabe que había que retirar, botar, no la seguí tomando. Comencé con problemas. Los ojos se me llenaron de sangre, me dio hemorragia vítrea a los tres meses. El veneno también afectó mi corazón y, de allí, me salieron una serie de secuelas. Terminé ciega, desprendimiento de la retina a raíz del veneno.Yo tengo problemas con los huesos, tengo cinco vértebras semifracturadas de la nada, desgaste de cadera, las piernas, dolores en los dedos de los pies y de las manos, tengo problemas para dormir, dolores en el cerebro, sobre todo en la nuca. Sufro de estrés porque ya no soy la misma, antes era una mujer activa y quedar así, en estas condiciones, frustra. Lloro mucho, me deprimo al ver en las condiciones que he quedado'
'No tengo ánimos'
Julia Escobar tiene 30 años de vivir en el residencial Vista Alegre, en Arraiján. Al inicio venía casi todos los días al Centro de Toxicología para recibir terapia, algo que resultaba doloroso para ella. Ahora viene al Centro de vez en cuando, porque ya no trabaja. Julia laboró por 25 años en el Instituto de Habilitación Especial (IPHE), como profesora de Educación Especial. Se retiró por la enfermedad que le dio a consecuencia del envenenamiento. Tiene cuatro hijos, tres de ellos afectados.
‘Yo fui a una cita médica a la Pediátrica de calle 25, Calidonia. Yo fui por una tos persistente. La doctora me dio cuatro frascos de ese jarabe. En la escuela, después del desayuno, para aplacar la dos, yo tomaba el frasco, pero cada vez que lo ingería sentía que me ardía la garganta y me llegaba hasta la boca del estómago. Sentía un ardor, un fogaje y después la calor en el cuerpo mismo y una angustia y una desesperación. Yo lo seguí tomando, pero lo que menos pensaba es que era el veneno.Yo me enteré que se trataba del veneno cuando otra profesora me llamó tras enterarse por la televisión. En ese momento, sentí pánico y empezó a darme taquicardia. En la noche no podía dormir, tenía que sentarme y tenía el cuerpo lleno de agua, sentía un fogaje en el cuerpo, me bañaba y me tiraba al piso a llorar.Mi hija, que en ese entonces tenía 11 años, se paralizó en la escuela, como tenía tos, ella tomó el jarabe, le di cuatro cucharaditas. A mi hijo de 19 años, que también tomó, le empezó a doler la cabeza y no pude llevarlo más a la escuela porque no resistía el dolor de cabeza y ahora sufre de esquizofrenia.
"La consecuencia física es que me ha afectado los nervios y, a veces, tengo que sujetarme las manos y oro para que eso no me coja más fuerza. Ya no oigo bien, no aguanto el dolor de espalda. En la parte psicológica, a mi me ha afectado, porque no puedo hacer lo que antes hacía, he perdido la voluntad de hacer las cosas, no tengo ánimo de ninguna cosa'.
'Tengo calor en el cuerpo'
Yolanda Walcott tiene 60 años y reside en el corregimiento de Juan Díaz. Tiene tres hijos. Trabajaba en la refresquería de una escuela privada cuando tomó el jarabe. Le dio un resfriado por un aguacero y se mojó. En el Centro de Salud de Juan Díaz, le recetaron el medicamento.
‘Yo vi por la televisión cuando hablaron sobre el jarabe envenenado. Hacían un llamado a todos los que lo habían consumido, que se acercaran al centro de salud y lo entregaran. Cuando me enteré de eso casi me da un infarto. Yo solté a llorar y a gritar. Mis hijas me tuvieron que agarrar. ‘Yo por eso me sentía así, por eso me sentía así, ¡Dios mío!", empecé a gritar. Yo no entendía qué me estaba pasando. Quedé aterrada, era un veneno lo que había tomado. Fui a buscar medicina para un resfriado y me encontré con algo que nadie sabía. Una amiga, de 47 años, se tomó dos frascos de ese jarabe y murió. Las secuelas que me han quedado del veneno son los nervios, se me olvidan las cosas, mucho dolor de cabeza. En neurología me certificaron problemas cervicales, la columna, los huesos, calor en el cuerpo, momentáneamente, cuando uno menos lo espera, también me da diarrea y no puedo orinar bien. Hace poco, en julio, fallecieron dos compañeros que venían a toxicología, no aguantaron el veneno del cuerpo. El veneno sí nos afecta, ataca los nervios, te desbarata el sistema nervioso central. Hay momentos que estás quieto y, de repente, te alteras. Es muy triste que el presidente Juan Carlos Varela no haya reconocido a esas víctimas. Nos tienen en un relajo'.
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