Mis aventuras en el Metro
- domingo 08 de septiembre de 2019 - 12:00 AM
Utilizar el metro me ha permitido salir de esa burbuja de comodidad en la que vivía transportándome en mi auto. Había perdido esa habilidad de subir y bajar rápidamente en medio de empujones.
Todos los días vivo una aventura. Veo rostros nuevos y otros con los que coincido ocasionalmente a la hora de abordar.
Observo la manera apresurada en que se mueve la gente, la mayoría con mochilas y me pregunto: ¿Desde cuándo se puso tan de moda este accesorio? que, aunque es cómodo para llevar mil cosas, molesta y le resta espacio a los pasajeros, al menos que lo bajes y te lo coloques al frente.
En ese caminar diario entre la interconexión de las líneas 1 y 2 del Metro percibo que un gran porcentaje de la población presenta obesidad y que recorrer diariamente ese trayecto de unos cinco minutos nos ayuda.
Sin embargo, muchos no ponen de su parte y se limitan a usar las escaleras eléctricas o simplemente usar los ascensores destinados para personas de tercera edad, embarazadas y aquellos con problemas de discapacidad.
Personalmente, siempre trato de usar las escaleras, aunque llegue a la cima con la lengua afuera, casi a gatas, pero es mi cuota de ejercicios diarios y cada día me cuesta menos subirlas.
Odisea
Abordar el Metro, sobre todo en horas pico, es toda una odisea. Hay que estar atento porque si no entro por mí misma el tumulto me introduce a punta de empujones hasta un espacio tan reducido que quedas ‘face to face'.
Una vez me ubico en un huequito donde no me pisen y me atropellen, aliso mi ropa, me acomodo y observo a la gente pegadas a sus celulares con sus audífonos y mujeres maquillándose mientras escucho en el fondo la reconocida voz de Annie Tovar, quien anuncia la próxima parada.
Se escucha de todo
En el metro escuchamos de todo. Conversaciones de comadres que tenían tiempo de no verse y cuando está en la parte más interesante de la ‘cocoa' se bajan y nos dejan con la incógnita.
Escuché a una joven hablar por su celular y contar a viva voz la infidelidad del padre de su hija, también a dos amigos que se encontraron y entablaron una conversación en la que uno le preguntaba al otro cómo le iba con su mujer y este le contestó que la dejó porque a él no le gustan los compromisos.
Lo miré disimuladamente y me pregunté: ¿No sería que fue al revés? Porque de agraciado no tenía nada.
Justo antes de llegar a mi parada capté la inocencia de una señora que venía del interior con su hija y le preguntó qué era el ‘Lindo Sueño'.
‘¡Está bonito!', expresó maravillada por el verdor de los árboles mientras su acompañante se hacía la desentendida y miraba lejos, seguro para no explicarle.
La señora le insistía tanto que hasta yo estuve a punto de decirle que era un lugar donde se cumplen los sueños de amor.
En mi diario abordaje en el Metro de Panamá no solo estoy ahorrando en tiempo y dinero, también vivo nuevas experiencias, escucho historias, he despertado la habilidad de moverme rápido y me encuentro frecuentemente con amistades y colegas que tenía años de no ver.
Todo un mundo de aventuras que hasta me anima a escribir un libro.