• viernes 29 de enero de 2021 - 12:00 AM

Vivir en El Cangrejo

Amo vivir en El Cangrejo.  Pronto todo volverá a ser igual

Hay lugares que son privilegiados; oír los cuentos de las aventuras infantiles de algunas de mis amistades que crecieron en Las Cumbres, en Chanis o en San Francisco me confirma lo bien que lo pasaron. Lo mismo mis amigos de Colón, Chitré y David. Mi papá le relata a mi hijo sus aventuras tipo Tom Sawyer en Parque Lefevre. Yo crecí en El Cangrejo y mi barrio también tiene “lo suyo”.

Llegué en 1976 y aún sigo aquí. En aquellos años los pelaos se reunían en el murito del parque y las chicas pasábamos por ahí para verlos, era un coqueteo discreto. Los columpios y el altísimo surra-surra de metal del parque lo podíamos usar grandes y chicos por igual. Donde hoy está el NY Café funcionaba un kosher donde compraba mazapán. Los dulces y el pan de flauta los compraba en la panadería Manolo donde hoy está La Rana Dorada. Desde jovencita iba al salón de belleza de Anabel y su hermana.

Los domingos aún suelen ser tranquilos. Hay muchas aves, pero los periquitos son dueños de vía Argentina y, todos los días, tipo 5 PM, hacen su show; a veces se pelean con los loros. También hay tucanes bien perequeros que quieren dominar. Hace unos días vi otra zarigüeya. Tenemos algunas culebras y muchos gatos, casi todos esterilizados.

El Cangrejo, a pesar de todo, sigue siendo un barrio verde; lastimosamente muchos “arquitectos” diseñan planchas de cemento como entrada para los nuevos edificios y cortan todos los árboles que deberían ser un atractivo más.

Claro que hay problemas, pero los pequeños negocios y restaurantes manteniendo eso que hace único a El Cangrejo: mi supermercado, mi salón de belleza y mi restaurante favorito están aquí. Muchas amistades, mi iglesia y mi trabajo también.

Amo vivir en El Cangrejo.  Pronto todo volverá a ser igual.

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