- miércoles 23 de octubre de 2024 - 12:00 AM
Todos los extremos son malos, reza el decir popular. Esta afirmación nos invita a la flexibilidad de pensamiento, en los extremos a veces yacen la intolerancia y la ceguera que nos pueden deshumanizar. Sobre el particular, me encontré una frase del médico y motivador venezolano Renny Yagoesky: «Toda conducta intolerante es una manifestación de desamor y una forma de ceguera».
Siguiendo esta línea de pensamiento y entrando en el terreno del positivismo, podemos llegar a terreno peligroso ante un optimismo excesivo y bloquear la existencia real de procesos naturales, tales como el desaliento y la desesperanza.
Pasar por malas rachas y momentos de tristeza es parte de la vida y, en condiciones adversas, podemos aprender lecciones de vida para nuestro crecimiento.
Encontramos en el camino poca o nula tolerancia ante estos procesos y una falta de empatía de los demás ante el dolor humano, ya que todo lo que no sea positivo nos resta energía y debemos alejarnos de todo llanto y pena del otro por temor al contagio. El inconsciente se asoma al saludar: «Hola, ¿todo bien?». En el fondo, la pregunta está vacía de intención, pues no se quiere escuchar una respuesta sincera, por eso anticipamos la respuesta y no estamos preparados para un interlocutor que nos responda: «No estoy bien». Así que quien padece el mal momento se calla.
Eduardo Galeano nos dice que él no cree en los eternos optimistas y que, en el reconocimiento y empatía de los malos tiempos de los otros, podemos crecer como colectividad mediante la compasión.
Siguiendo con Galeano, nos dice que él en la mañana está optimista, pero en la tarde puede estar escéptico. Así es la vida.