El 20 de diciembre pasado se cumplieron 35 años de la cruenta invasión de EU a Panamá. La misma constituyó una violación flagrante de normas del derecho internacional y del derecho internacional humanitario, condenada por diversos organismos internacionales. Provocó una secuela de daños materiales a la economía panameña no inferior a los 5,000 millones de balboas; y un número indeterminado de muertos.
Producto de la presión social y popular, en el 2016 se nombra la Comisión 20 de Diciembre, para esclarecer el número e identidad de las víctimas, tarea aún no concluida. En el 2018, la CIDH emite decisión donde reconoce la agresión norteamericana como violatoria del derecho internacional e insta a EU a hacer las reparaciones correspondientes a los afectados, sin embargo, la misma fue ignorada por esta gran potencia. Y en el 2022, el gobierno panameño declara la fecha como de duelo nacional.
Sin embargo, al día siguiente de esta fecha de luto, el presidente electo norteamericano, Donald Trump, postea mensaje en la red social Truth, donde señala que el Canal es “un activo nacional vital“ para EU y que su traspaso a manos panameñas fue producto de una “extraordinaria generosidad” de esa nación. Dijo que si no se reconsideraban las tarifas por el uso de la vía “exigiremos que se nos devuelva el Canal de Panamá, en su totalidad y sin cuestionamientos”.
Estas declaraciones son producto de la mentalidad hegemónica e imperialista norteamericana, que se mantiene 120 años después de que Theodore Roosevelt dijera “I took Panama”, en alineamiento a la Doctrina Monroe. Y que quedó plasmada en los Documentos de Santa Fe I (1980) y II (1988) bajo los gobiernos de Reagan y Bush, que señalaban directrices para la política exterior norteamericana para Latinoamérica.
Con respecto a Panamá, en el Santa Fe I se declara que los tratados Torrijos-Carter no eran convenientes a EU (curiosamente Torrijos muere al año siguiente). En el Santa Fe II se indica que el derrocamiento de Noriega no era suficiente, había que reformar las Fuerzas de Defensa y asegurar la presencia norteamericana para la defensa “realista” del Canal más allá del 2000.
Se explica, entonces, que el interés de la invasión no era capturar a Noriega, sino mantener la presencia militar norteamericana en Panamá, como en efecto trataron de hacer con la propuesta del “Centro Multilateral anti-Drogas” en 1994 y que fue derrotada en las calles por el pueblo panameño.